Patrono
de los abogados
Presbítero
y confesor, en la Bretaña menor, el cual por amor de Jesucristo defendía las
causas de los pupilos, de las viudas y de los pobres, demostrando que los
roles, de abogado, juez y conciliador no son incompatibles.
Busca
la paz y anda tras ella (Salmo 34,15). Bienaventurados los que trabajan por la
paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5.9).
Estudió
en la universidad de Paris, conocida posteriormente como La Sorbona. Allí el
joven estudió con maestros tan notables como los dominicos San Alberto Magno y
Santo Tomas de Aquino y con compañeros de aula como Dante Aligheri, autor de La
Divina Comedia. Allí conoció al franciscano San Buenaventura, quien
probablemente influyó en la orientación de su vida. San Ivo obtuvo grados en
filosofía, teología y derecho canónico.
Un
rico demando a un pobre para que lo indemnizara por haber respirado diariamente
las deliciosas emanaciones de la cocina señorial; Ivo, el buen juez, admitió la
demanda del rico y fallo en su favor, condenando al pobre a desprenderse de una
moneda de oro; la hizo sonar sobre la mesa y, cuando el rico iba a tomarla,
decreto que el sonido de la moneda indemnizaba cumplidamente al señor por el
aroma del estofado percibido por el pobre.
El abogado es libre
de ejercer su profesión con arreglo al Código de ética o sin tenerlo en cuenta.
San Ivo, optó por ejercerla al servicio de los más necesitados, antes que por
el afán de lucro. Siendo Juez, optó por ser incorruptible, y advirtiendo que el
conflicto trasciende el marco de las pretensiones procesales, usó la
conciliación como un medio para ayudar a las partes a resolver sus conflictos,
poniendo al proceso en su verdadero lugar, como último remedio.
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