lunes, 24 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO VIII, IX, X / FINAL

 


JUAN GERMÁN ROSCIO VIII, IX, X / FINAL

Caracas, julio 2020

                                                                     Por Rafael Arraiz Lucca


VIII

LOS AVATARES DE LA EDICIÓN


La edición venezolana dela obra representa una historia en sí misma y merece ser referida. Siendo publicada por primera vez en Filadelfia en 1817, luego se reedita en la misma ciudad en 1821 y una tercera edición en la misma urbe es de 1847. En México se imprime por primera vez en 1824, luego en 1828, y después en 1857. La primera edición venezolana es de 1953, gracias al empeño de Pedro Grases, quien la compila y le encarga el prólogo a Augusto Mijares. La edición con la que trabajo es la más reciente, la publicada por la Biblioteca Ayacucho en 1996. Grases consiguió en la librería Dolphins,de Oxford, un ejemplar de la obra y se lo llevó a Venezuela. Con ese ejemplar pudo imprimirse la primera edición venezolana, como dijimos, en 1953. Es decir,136 años después de impresa por primera vez. A partir de aquí, caben algunas inferencias.

Recordemos que Roscio regresa a Venezuela después de su prisión en Ceuta y su paso por Jamaica y Filadelfia. Es de suponer que trajo ejemplares de su obra o que le llegaron después y los repartió entre interesados y amigos, pero no contamos con mucha información al respecto, más allá de algunas cartas en las que hace referencia a su libro. Sabemos que Bolívar, por ejemplo, leyó la Historia de la revolución de la república de Colombia y la América meridional  de Juan Manuel Restrepo porque así se lo comenta a Louis Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga, pero ignoramos si leyó a Roscio. Es poco probable que el autor no le haya entregado a Bolívar en Angostura, en 1819, un ejemplar de su libro.

En cualquier caso, ningún comentario bolivariano conocemos, así como ningún otro de algún probable lector. Tampoco conocemos alguna queja de Roscio de tan indiferente acogida para una obra de tanto peso teórico. Por el contrario, las veces que menciona su libro en cartas, lo hace con una humildad conmovedora, como si se tratara de una obra miscelánea o secundaria. Por otra parte, se nos dirá: estaban en guerra,no estaban para lecturas de peso. Es cierto, pero la guerra culmina en la América española en 1824, con la batalla de Ayacucho, y luego en tiempos de paz tampoco se cuentan con alusiones al libro.

IX

ASUNTOS PERSONALES


Indaguemos ahora en aspectos de su vida personal. Sabemos por carta enviada por Roscio a Francisco Carabaño el 17 de julio de 1820, que tenía un hermano sacerdote en Cádiz,llamado José Félix, quien antes había sido Vicario de Puerto Cabello. Sabemos que Don Juan Germán estaba casado con Doña Dolores Cuevas, natural de Cádiz, y que contrajo nupcias en mayo de 1819, ya en Venezuela. Todo indica que el amor nació en Ceuta, ya que entonces los presos tuvieron la ciudad por cárcel y las posibilidades de establecer vínculos, estuvo presente. Ignoramos por qué la pareja tardó tres años en reunirse, pero suponemos que los rigores jamaiquinos y filadelfinos les impidieron juntarse. Recordemos que Roscio no contaba con bienes de fortuna y estuvo al borde de la mendicidad en el exilio. Difícilmente podía  hacer venir a su prometida, cruzando el Atlántico.

También, gracias a un testamento que firma en Filadelfia, el 14 de abril de 1818, cuando estaba postrado al borde de la muerte, sabemos que sólo un hermano tenía y que no había procreado. Sospechamos que su hermano murió en España, al igual que su mujer, que suponemos regresó a la península una vez fallecido Roscio en Cúcuta. El apellido no pudo trascender en Venezuela y desapareció, ya que los dos únicos varones no dejaron descendencia.

Sin embargo, circula la especie de que una mujer en 1889, muchos años después, solicitó pensión al gobierno venezolano, aduciendo ser hija de Roscio, pero parece poco probable que haya procreado una hija sin que nadie se haya enterado. De modo que no podemos otorgarle crédito. Tampoco hallamos rastro venezolano de la viuda, por eso estimamos que regresó a España.

Podemos organizar la vida de Roscio en cuatro etapas. La primera de la infancia y la adolescencia, entre 1763 y 1774, año en que se muda a Caracas, a los once años. La segunda, de formación, entre 1774 y 1800, cuando culmina estudios de Derecho Civil, tiene 37 años y está en pleno juicio en la Real Audiencia. La tercera, entre 1800 y 1809, año en que deja de trabajar para la Capitanía General de Venezuela y comienzan a aflorar sus ideas republicanas. La cuarta, entre 1809 y 1821, entre sus 46 y sus 58 años, donde se entrega plenamente a la causa republicana y conoce la cárcel, el exilio y redacta su obra fundamental.

X

APUNTES FINALES

¿No es de una perfecta lógica que el autor y el libro más importante del período de la gesta independentista sean muy poco conocidos en un país doblegado por la infausta impronta militar? ¿Qué lugar reservó la historiografía oficial, a veces más cercana de la teología que de la historia, para un abogado que, para colmo, era federalista, lo que es lo mismo que decir anti bolivariano?  Pues un lugar muy exiguo en la mitología republicana. Era civil, no era militar. ¿Dónde se ubica a un hombre de ideas, leyes y constituciones en un universo imantado por la magia guerrera? Si llegan a veinte los venezolanos que han leído su obra,exagero; en los países hermanos del continente rara vez han escuchado su nombre, mucho menos la existencia de su libro.

Bello y Roscio comparten lugar en el altar del imaginario colectivo: gente de ideas, no de acción. Menudo pecado en una sociedad sacudida por infantilismos crónicos. No obstante la similitud,el legado de Bello es de mayor magnitud que el de Roscio, naturalmente, lo que hace de su posición secundaria en el panteón patriótico venezolano una falta más elocuente.

La memoria de los pensadores liberales y federalistas en Venezuela ha sido sistemáticamente relegada en aras del centralismo autoritario. Dos ejemplos bastan para confirmar lo que afirmamos: Roscio y Cortés de Madariaga. El peso de Bolívar y su credo centralista, que abrazó la Presidencia Vitalicia y hereditaria en la Constitución de Bolivia de 1826, ha sido de tal dimensión que quienes profesaban un liberalismo más ortodoxo pasaron a segunda fila. No sólo en su tiempo sino en la memoria histórica. De esa injusticia ha sido víctima Roscio,el civilista republicano mejor formado de su tiempo, el autor de mayor peso teórico de los años de la gesta independentista.”

                                                                         Tomado de EFECTO COCUYO

JIM SIMONS EL GENIAL MATEMÁTICO QUE DOMESTICÓ WALL STREET

 

JIM SIMONS EL GENIAL MATEMÁTICO QUE DOMESTICÓ WALL STREET

                                                                            Por Ixone Díaz Landaluce

“Es el mejor inversor de la historia. Un criptoanalista brillante que un día decidió dar con la fórmula para predecir el comportamiento de la bolsa… Y lo logró. Durante décadas tuvo más y mejor información que nadie. Un libro indaga sobre la personalidad y el talento de Simons, uno de los hombres más ricos del planeta. Y uno de los más enigmáticos.”

“Quizá estaba aburrido o tal vez necesitaba un nuevo reto. En 1978, Jim Simons era un tipo bien situado: director del departamento de matemáticas en una prestigiosa universidad, padre de tres hijos, casado en segundas nupcias apenas un año antes… Pero siempre había sido un culo de mal asiento. Le sobraba, eso sí, confianza en sí mismo. También quería ser rico. Y decidió abrir una pequeña oficina en Long Island para empezar a invertir en Bolsa. Era un local anodino, junto a una pizzería y una boutique de ropa. Solo tenía un ordenador y una línea de teléfono. Pero el nombre de la pequeña empresa tenía gancho: Monemetrics.

Así comienza la leyenda del multimillonario Jim Simons, de 81 años, considerado el mejor inversor de la historia y protagonista de The man who solved the market, del periodista del Wall Street Journal Greg Zuckerman, publicado recientemente. Hijo único de una familia judía americana, a Jim Simons los números le fascinaron desde que era un niño. Su padre trabajaba como ejecutivo de una fábrica de zapatos en Boston y pudo facilitar que su hijo acabara estudiando Matemáticas en el MIT.

 

En apenas tres años, Simons se doctoró en Berkeley y, con 26, fichó por la Agencia de Seguridad Nacional. Su trabajo consistía en desencriptar las comunicaciones rusas en plena Guerra Fría. Pero poco después regresó a la vida académica y, tras dar clases en Harvard y en el MIT, se convirtió en el director del departamento de matemáticas de la Universidad Stony Brook. En 1974, con solo 36 años, firmó la famosa teoría de Chern-Simons, un sofisticado modelo cuántico que más tarde se incorporó a la teoría de cuerdas y que le valió el premio más prestigioso en el campo de la geometría. Al principio, Simons compaginó su trabajo en la universidad con su nueva faceta de inversor bursátil, pero pronto se dio cuenta de que tenía que elegir. Y eligió bien.

Por aquel entonces, todavía se creía que los altibajos del mercado eran fundamentalmente aleatorios y por eso los brókeres se limitaban a leer la prensa económica y a buscar información de las compañías mientras trataban de hablar con algún insider y confiaban especialmente en su propia intuición.

Al principio, Simons, que sobre todo invertía en el mercado de divisas, aplicó el mismo método arcaico y visceral. Pero la aleatoriedad de los movimientos bursátiles lo frustraba y empezó a obsesionarse por encontrar un patrón, una estructura profunda, una forma de predecir el siguiente movimiento. Al fin y al cabo seguía siendo un matemático brillante y buscaba la certeza (y la belleza) de las ciencias exactas.


Cuestión de perseverancia

Convenció a Leonard Baum -especialista en realizar predicciones en escenarios caóticos- para que se convirtiera en su primer socio e intentaron implantar un modelo cuantitativo basado en sus modelos matemáticos. En 1982 fundaron Renaissance Technologies. Pero no daban con la fórmula y un par de malas rachas consecutivas hicieron que Baum saliera por la puerta de atrás y que Simons pensara en dejarlo. Pero antes quiso intentarlo una vez más.

“No quiero preocuparme del mercado cada minuto. Quiero que estos modelos hagan dinero mientras yo estoy durmiendo”. Contrató a un pequeño ejército de físicos, programadores, criptógrafos…

Contrató a un pequeño ejército de físicos, matemáticos, programadores, criptógrafos y lingüistas computacionales. Entre ellos estaba James Ax, otro matemático brillante al que Simons conocía de Stony Brook. Ninguno de ellos tenía experiencia en Wall Street. Algunos incluso coqueteaban con el ideario anticapitalista. El objetivo era desarrollar sofisticadas fórmulas matemáticas (los ahora omnipotentes y omnipresentes algoritmos) capaces de predecir las fluctuaciones del mercado y construir modelos de inversión que funcionaran solos. «No quiero tener que preocuparme del mercado cada minuto. Quiero que estos modelos hagan dinero mientras yo estoy durmiendo», solía decir.


El ‘big data’ antes de que Zuckerberg naciera

Pero para eso primero necesitaban datos. Grandes cantidades de datos. Simons los buscó en los registros históricos del Banco Mundial o de la Reserva Federal, y remontándose hasta el año 1700. Así empezaron a aplicar el análisis cuantitativo con el que siempre había soñado. «El ordenador tiene sus opiniones y nosotros las seguimos servilmente», contó en una ocasión. Según Zuckerman -el autor del libro sobre Simons-, el secreto del matemático y sus socios fue aislar una única variable en todas sus operaciones: la emoción. Es decir, el factor humano. «Durante mucho tiempo, décadas enteras, tuvieron mejores datos y más limpios que nadie. Y esa era una gran ventaja. Prestaban atención a la importancia del big data mucho antes de que Mark Zuckerberg terminara la escuela primaria».

Con el tiempo, y después de refinar al máximo sus algoritmos, Renaissance consiguió demostrar la hipótesis de su fundador: la estructura oculta estaba ahí. Y era una auténtica máquina de hacer dinero. Su método estaba a punto de revolucionar las finanzas modernas. En la actualidad, los inversores cuantitativos son mayoría y controlan más del 30 por ciento de las operaciones bursátiles en todo el mundo, aunque nadie es capaz de hacerlo con la capacidad y la destreza de Renaissance. Según el diario New York Post, el fondo bursátil maneja 130.000 millones de dólares en su impresionante cartera de inversiones. En 1988, Simons creó Medallion, un fondo aún más exclusivo y lucrativo que el primero. Basándose en el trabajo de Baum y gracias a las contribuciones de Ax y del profesor emérito de Berkeley Jim Berlekamp, dieron con la fórmula mágica. Una fórmula, eso sí, tan secreta o más que la de la Coca-Cola. Y no es para menos. Desde 1998, los resultados de Medallion son incontestables: con ganancias del 66 por ciento anual (y del 39 por ciento después de gastos), es el fondo de inversión con los mejores registros de la historia. Sin embargo, Medallion no acepta clientes. En él solo pueden invertir empleados o exempleados de Renaissance.


Su método revolucionó las finanzas. Hoy, los inversores cuantitativos controlan más del 30 por ciento de las operaciones bursátiles, pero la fórmula de Simons es más secreta que la de la Coca-Cola

Pero nadie gana tanto dinero sin pisar un par de charcos o de protagonizar algún escándalo. Y Simons no es una excepción. Desde 2015, la Hacienda norteamericana está enredada en un contencioso con Renaissance por una maniobra contable que les habría ahorrado 6800 millones de dólares en impuestos a lo largo de una década. Y medios como The Guardian han acusado a Simons de gestionar un trust valorado en 8000 millones de dólares en Bermuda, un conocido paraíso fiscal. Su vida privada también ha estado teñida de momentos trágicos. En 1996, su hijo Paul falleció en un accidente de tráfico cuando montaba en bici. Tenía 34 años. En 2003, su hijo pequeño, Nicholas, murió ahogado mientras nadaba en Indonesia. Cada uno de ellos tiene una fundación benéfica a su nombre.

Simons se retiró en 2010 a los 72 años y con un patrimonio estimado en más de 20.000 millones de dólares. Aunque conserva la presidencia no ejecutiva del fondo de inversión que creó, está volcado en su faceta filantrópica. Hace una década que él y su mujer, la doctora en Economía Marilyn Hawrys Simons, se sumaron al Giving Pledge, la iniciativa filantrópica liderada por Warren Buffett y Bill Gates, por la que los multimillonarios norteamericanos se comprometen a donar la mayor parte de su fortuna. A través de la Simons Foundation, la pareja financia proyectos de investigación relacionados con el autismo (trastorno que padecía su hijo, Paul); organizaciones como Math for America, que apoya la contratación de profesores de matemáticas en las escuelas públicas; o el Flatiron Institute, un centro de investigación dedicado a disciplinas como la física cuántica o la astrofísica. Por eso, Simons tiene un asteroide a su nombre (el 6618 Jimsimons), cortesía de la Unión Astronómica Internacional. Y mientras él se dedica a esos menesteres (pero también a disfrutar de Arquímedes, un impresionante yate valorado en 100 millones de dólares), su fórmula sigue ganando dinero. Tal y como él quería. Incluso durante la pandemia, cuando la incertidumbre arrasaba con todo en las Bolsas de medio mundo, Medallion registraba ganancias espectaculares. Esa también es la belleza de las matemáticas.”

                                                      Tomado de XLSEMANAL, España


martes, 18 de agosto de 2020

PENSAMIENTO POLÍTICO DE JUAN GERMÁN ROSCIO, LA SOBERANÍA

 


PENSAMIENTO POLÍTICO DE JUAN GERMÁN ROSCIO, 

LA SOBERANÍA

Caracas, 5 de julio 2020

                                                               Citado por Rafael Arraiz Lucca

 

 

“El derecho que el hombre tiene para no someterse a una ley que no sea el resultado de la voluntad del pueblo de quien él es individuo, y para no depender de una autoridad que no derive del mismo pueblo, es lo que ahora entiendo por libertad: leyes humanas, no divinas son las únicas que vienen en esta definición: en ella tampoco están comprendidas las potestades celestiales; todas aquellas que el príncipe de los Apóstoles llama hechura de hombres, son las que tocan a la libertad definida.”

                                                                           Tomado de EFECTO COCUYO


sábado, 15 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO VII

 


JUAN GERMAN ROSCIO 

Caracas 5 de julio 2020


                                                        Por Rafael Arraiz Lucca



VII


EL MEOLLO DEL CONCEPTO DE SOBERANÍA

                                                                                         

                                                                  


"Como puede suponerse, el concepto de soberanía es consustancial a las reflexiones teóricas de Roscio, ya que el determinar en quién reside ésta es importantísimo para saber quién puede ejercerla. No olvidemos que la justificación política y teológica de la monarquía estribaba en que la soberanía estaba en manos del Rey por decisión divina y, según los seguidores de esta tesis, ello constaba en la Biblia.

Para Roscio va a ser fundamental demostrar lo contrario. Desde el capítulo II de su libro, sus esfuerzos se expresan abiertamente: “Por más que se afanen los déspotas y sus cortesanos, la soberanía ha sido y será siempre un atributo natural, e inseparable del pueblo. Este es un dogma político y cuasi religioso, que no puede recibir lesión alguna en el presente texto, ni en otros concordantes, que por ignorancia, o malicia se han extraído de unos libros destinados, no a la enseñanza del derecho natural y de gentes, sino a la instrucción de otro orden de cosas.” (Roscio, 1996:18).

Más adelante, nuestro autor le voltea la carga de la responsabilidad al Monarca. Pasa, de aceptar la excusa de responsabilidad por parte del Rey frente a sus súbditos, a exigirle cuentas, vinculadas con el contrato tácito que vive entre quienes delegan su soberanía (el pueblo) y quienes la ejercen por delegación (el gobernante), afirma: “Del número de combatientes y contribuyentes resulta la dignidad y grandeza del monarca, y de la falta de ellos su ignominia y mengua política: de ellos, pues, la dignidad o vilipendio.” (Roscio, 1996: 23).

A todas luces, nuestro autor va a considerar el ejercicio del gobierno como el fruto de una delegación de la soberanía por parte del pueblo que, a su vez, exige deberes y derechos por parte de los sujetos involucrados en el contrato. Luego, en capítulo posterior, en el tono de confesión característico, y dirigidas sus palabras a Dios, explicándose ante él, se explica ante nosotros, diciendo: “Imaginaba yo que la soberanía era una cosa sobrenatural e invisible, reservada desde la eternidad para ciertos individuos y familias, e íntimamente unida con la palabra Rey, para infundirla a su tiempo en el cuerpo y alma de aquellos que obtuviesen este título por fas, o por nefas. Otras veces la consideraba como una cualidad espiritual y divina, inherente a tu omnipotencia, de donde se desprendía milagrosamente para identificarse con los monarcas y caracterizarlos de vicedioses de la tierra. Esta idea me había venido de la que yo tenía formada de la Gracia santificante, de la virtud sacramental y la potestad de orden en los ministros del culto.” (Roscio, 1996: 25).

En páginas posteriores, Roscio comienza a enseñar sus cartas, y de ellas se desprende que ha abrevado en el pensamiento liberal, de lo contrario no se explican sus formulaciones acerca de la naturaleza del contrato y, en consecuencia, de la fuente de la soberanía. Señala: “Se forman compañías en que cada socio pone por capitales aquellas virtudes intelectuales y corporales, que sirven de materia al contrato social; conviniéndose en no disponer ya de este caudal con toda aquella franqueza con que lo hacía en su anterior estado. Ahora la voluntad general de los compañeros es la única regla que debe seguirse en la administración del fondo común, que resulta de la entrada de tantos peculios particulares, del cúmulo de tantas soberanías individuales.” (Roscio, 1996: 28)

Evidentemente, ha leído El contrato Social de Rousseau y algunos otros textos liberales que no ha sido posible determinar, de hecho hay un libro que nuestro autor cita en repetidas oportunidades que, hasta ahora, los estudiosos de su obra no han podido precisar su autoría, ya que se refiere al libro sin citarlo, ni mencionar su autor. Se hace evidente que Roscio ha hallado una analogía entre la relación contractual de una compañía y la que existiría en la República entre el pueblo y quien detenta la soberanía delegada por éste. Tan es así, que de inmediato se refiere al marco que le daría legitimidad y cauce a esta relación contractual: las leyes. Dice: “Es la más noble parte de la soberanía este poder legislativo, la más ventajosa facultad que el hombre recibió de su autor.” (Roscio, 1996: 28).

Antes de esta cita, ya el autor ha advertido que la ley viene a ser la expresión del voto general, es decir, la expresión escrita de la voluntad general en ejercicio de la soberanía. Como el buen liberal que viene cuajando dentro de él, Roscio advierte que sin leyes la soberanía del pueblo no encuentra cauce, sabe que la inexistencia de leyes beneficia al Monarca, del que depende el curso del gobierno cuando no se dispone de un marco regulatorio. Luego, en capítulos posteriores, nuestro autor vuelve al curso de sus reflexiones teológicas con la Biblia en la mano, entonces halla razones históricas, y señala: “Más de doscientos años después de la emigración de Jacob, salió de Egipto este pueblo soberano, sin leyes escritas, ni sistema fijo de gobierno: la ley no escrita, su voluntad general, practicada bajo el dictamen de la razón, había sido la regla constitucional de este cuerpo político.” (Roscio, 1996: 39)

Unos cuantos capítulos más le dedica Roscio al tema de la Soberanía, después se adentra en otros temas, pero uno de los párrafos más concluyentes en esta materia va a ser este:  “El derecho que el hombre tiene para no someterse a una ley que no sea el resultado de la voluntad del pueblo de quien él es individuo, y para no depender de una autoridad que no derive del mismo pueblo, es lo que ahora entiendo por libertad: leyes humanas, no divinas son las únicas que vienen en esta definición: en ella tampoco están comprendidas las potestades celestiales; todas aquellas que el príncipe de los Apóstoles llama hechura de hombres, son las que tocan a la libertad definida.” (Roscio, 1996: 67).

Una vez concluida la lectura de El triunfo de la libertad sobre el despotismo se hace evidente, como creo haberlo demostrado, que la fuente filosófica de su pensamiento es el Liberalismo, el llamado hoy en día Liberalismo Clásico, pero también queda claro que no es esta su única fuente filosófica. La otra, evidentísima, es el Cristianismo, en particular el Antiguo y el Nuevo Testamento. Una tercera fuente, de origen profesional, es la jurídica, dada la educación en leyes que recibió Roscio, pero esta última, aunque puede afirmarse que constituyó el camino de entrada a las ideas liberales, en sí misma no representaba una formación liberal. Esto nos lleva a afirmar que la consecuencia lógica de un abogado formado en una provincia española en América no es la natural asunción del Liberalismo.

Por el contrario, el esfuerzo intelectual de Roscio constituye un aporte de tal importancia precisamente por eso, por su singularidad, por la rareza que significaba entonces el proyecto de hacer compatibles el catecismo católico y las ideas liberales, en un ámbito intelectualmente dominado por ideas contrarias.

Quienes han querido ver en el libro de Roscio un lejano antecedente de la llamada Teología de la Liberación se equivocan. Las fuentes de esta teología cristiana son, ciertamente, los textos bíblicos, pero no en diálogo con las fuentes liberales sino con las marxistas, universo conceptual que no existía para cuando Roscio batallaba en el mundo. Las ideas liberales que él maneja son las mismas que van a dar nacimiento a los Estados Unidos de América, a la Revolución Francesa, y a la Independencia de las Provincias Españolas en América.

Es decir, las ideas que dieron nacimiento a las repúblicas, que dieron al traste con las monarquías, y que fueron constituyendo un Estado de Derecho moderno sobre la base, entre otros, de un concepto central para todo el andamiaje posterior: el concepto de soberanía. En esto Roscio puso el dedo en la llaga: una vez determinada, bíblicamente, la residencia de la soberanía, pues todo lo demás constituía una consecuencia de semejante dilucidación, y toda la argumentación del Rey a su favor se venía abajo, dando paso a la línea argumental siguiente que ya hemos mencionado.

En el panorama hispanoamericano de su tiempo va a ser difícil que hallemos un esfuerzo intelectual de mayor envergadura que el de Roscio. Ninguno, que sepamos, de los personajes participantes en las guerras de independencia americana adelantó un esfuerzo semejante, pero la verdad es que la divulgación de este libro fue muy escasa en su momento, por no decir inexistente. No ocurrió así en México, donde además de alcanzar tres ediciones, lo que era extraordinario para entonces, fue texto de suma importancia para la formación de Benito Juárez. Así lo certifica el biógrafo de Juárez, Héctor Pérez Martínez, en su obra Juárez, el impasible, cuando afirma: “Juárez hace de este último libro el compañero fiel. En los corrillos del Instituto gusta discutir ardientemente los temas del autor venezolano: la palabra “libertad” toma en sus labios una entonación grave, un sentido misterioso. Parece una invocación…” (Pérez Martínez, 1945: 31).

                                                                                                   Tomado de EFECTO COCUYO


viernes, 14 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO VI. El triunfo de la libertad sobre el despotismo

 


 JUAN GERMÁN ROSCIO  

Caracas, 5 de julio 2020

                                                                                         Por Rafael Arraiz Lucca



VI

SU OBRA ESCRITA


"Detengámonos en la obra aludida, acaso las más importante escrita en el período independentista hispanoamericano. Como es sabido, esta obra de Roscio es de las pocas reflexiones teóricas justificatorias de la emancipación de las provincias españolas en América. Del mismo autor contamos con el opúsculo redactado en 1811, en plena faena del Congreso Constituyente, titulado El patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes, en el que ya se advertía la tesitura teórica de su autor. Las mismas tesis las hallamos en el Manifiesto aludido antes.

En El patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes, un ensayo breve de 1811, ya su posición está clara. Afirma: “Aunque pecó el hombre quedó siempre ilesa su voluntad y libre albedrío para establecer el gobierno que fuese más conveniente a su felicidad: y de esta fuente nace el derecho que tienen los pueblos para quitar, alterar o reformar el gobierno establecido cuando así lo exige la salud pública, y el convencimiento de ser establecido para servir, no para dominar a los hombres; para hacerlos felices, no para abatirlos, para conservar su vida, su libertad y sus propiedades, no para oprimirlos ni sustraerles sus fueros sagrados e imprescriptibles.” (Roscio, 1953: 87)

El triunfo de la libertad sobre el despotismo constituye el más arduo y completo esfuerzo de un católico de la época por hallar razones bíblicas para la libertad, en contra de las razones bíblicas que el Monarca esgrimía a su favor, conocidas como el “Derecho divino de los Reyes”. Es sobrecogedor el esfuerzo de Roscio: repasa con lupa la Biblia buscando desmontar el andamiaje opresor que se fundamentaba en textos sagrados, y busca construir otro que, basado en los mismos textos, trabaje a favor de la libertad: “A las páginas del reino espiritual de Jesucristo iban los enemigos de la libertad en busca de textos que sirviesen de dogma al gobierno temporal de las gentes contra la sana intención de su autor.” (Roscio: 1996, 8)

Roscio cree hallar en el Antiguo y el Nuevo Testamento toda una organización social sustentada en la igualdad y la libertad, muy distinta a la que la monarquía venía estableciendo. De modo que puede afirmarse que adelanta una lectura filosófica y política de la Biblia desde postulados distintos a los de la monarquía. El propio autor lo señala en el prólogo de su obra: “Cooperemos todos al exterminio de la tiranía, al desagravio de la Religión ofendida por el déspota que la invoca en su despotismo; unamos nuestras fuerzas para el restablecimiento de la alta dignidad de nuestros semejantes oprimidos.”” (Roscio: 1996, 5).

El trasfondo filosófico en el que se apoya el autor es el Liberalismo, de ello dan fe las diversas alusiones al Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau, así como a ciertos principios cartesianos, pero no abandonaba su formación católica. En tal sentido, no puede afirmarse que Roscio fuese un liberal ortodoxo, más agnóstico que creyente, ya que su condición de feligrés no la abandonó nunca. De modo que uno de los primeros intentos hispanoamericanos, sino el primero, por avenir postulados liberales y católicos ha debido ser éste de Roscio. Más que una refutación liberal de postulados de teología monárquica, nuestro autor se esmeró en dibujar una teología emancipadora, sustentada en los mismos libros sagrados en que se fundamentaba la contraria.

Que el sustento filosófico de Roscio fuese el Liberalismo no puede sorprendernos: para nadie es un secreto que fueron éstas ideas las que condujeron a la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, primero, a la Revolución Francesa, después y, finalmente, a la Independencia de las Provincias de España en América. Este cuerpo de ideas, naturalmente, se enfrentó al poder constituido del Señor Feudal y del Monarca por igual, y abogaba por la creación de repúblicas libres, gobernadas bajo el imperio de leyes fundadas en los principios de la libertad y los Derechos del Hombre, todos ellos consustanciales al Individualismo, que no hay manera de disociar de las ideas liberales.

Pero si por una parte El triunfo de la libertad sobre el despotismo es una lectura crítica de los textos sagrados con un fin político, por otra recoge un norte y un programa de acción. Así queda establecido en el mismo prólogo antes citado: “Cooperemos todos al exterminio de la tiranía, al desagravio de la Religión ofendida por el déspota que la invoca en su despotismo; unamos nuestras fuerzas para el restablecimiento de la alta dignidad de nuestros semejantes oprimidos.” (Roscio: 1996, 6). Este llamado a la acción lo acompaña el autor con su vida pública, confluyendo así en su sola persona el derrotero del hombre de pensamiento y el del hombre de acción, aunque jamás en el campo de batalla, blandiendo una espada.

El libro, además, está escrito en un lenguaje de gran elegancia, con frecuentes recurrencias al Yo dramático que años después desarrolló en Venezuela el poeta José Antonio Ramos Sucre. La argumentación, aunque le rinde tributo a la pasión, no deja de lado el peso persuasivo de las racionalizaciones. Entonces, el abogado de correcta formación emerge en el texto, acompañando al tono confesional en que está escrito el libro, recordando a las Confesiones de San Agustín: “Adopté el método de confesión, imitando las de San Agustín, por haberme parecido el más propio y expresivo de la multitud de preocupaciones que me arrastraban en otro tiempo.” (Roscio: 1996, 5).

No exagero al afirmar que este libro, en muchos sentidos asombroso, constituye el más acabado esfuerzo por justificar la libertad de las provincias españolas en América desde la perspectiva de un católico comprometido, ayudado por el cuerpo de ideas del Liberalismo. Además, pasado el período emancipador, el libro que trabajamos es de las pocas fuentes con que contamos de los sustentos teóricos de la empresa independentista.

No obstante el catolicismo confeso de Roscio, no faltan quienes lo ubican en la lista de los masones y, la verdad, pareciera que si lo fue, ya que recibió unos apoyos típicos de la cofradía masónica, tanto en su paso por Jamaica como en su estadía en Filadelfia. De la pertenencia de Miranda a la masonería no hay la menor duda, pero la de Roscio no se ha ventilado suficientemente. No nos atrevemos a afirmar su pertenencia diáfana porque no contamos con pruebas testimoniales contundentes, pero lo que sí es cierto es que su confesionalismo católico no habría sido óbice para la pertenencia a una organización secreta que luchaba por la libertad y que, sin duda, fue introductora y animadora de las ideas liberales en América. Pero no es interés de este trabajo dilucidar su afiliación masónica, tampoco eludirla, ya que en toda la gesta independentista estuvo presente, sobre todo como sistema de conexión entre mucha gente y efectivo respaldo en “las verdes y las maduras.”

Como dijimos antes, consta la filiación masónica de Miranda, fundador en Londres en 1800 de la logia Gran Reunión Americana, que centralizaba las llamadas por El Precursor “logias lautarinas” en América, en homenaje a Lautaro, quien dio muerte a Pedro de Valdivia, en Chile, en 1553. Algunos creen que la iniciación mirandina ocurrió en Virginia, a instancias de George Washington, pero no nos atrevemos a afirmarlo porque sospechamos que ha podido ser antes, en Europa. También consta la bolivariana, cuya iniciación se presume en Cádiz, en 1803, pero El Libertador se refirió a la masonería en el Diario de Bucaramanga con desprecio: “Habló de la masonería, diciendo que también él había tenido la curiosidad de hacerse iniciar para ver de cerca lo que eran aquellos misterios, y que en parís se había recibido de Maestro, pero que aquel grado le había bastado para juzgar lo ridículo de aquella antigua asociación, que en las logias había encontrado algunos hombres de mérito, bastantes fanáticos, muchos embusteros y muchos más tontos burlados; que todos los masones se asemejan a los niños grandes jugando con señas, morisquetas, palabras hebraicas, cintas y cordones…” (Bolívar, 2010: 221).

No obstante lo dicho, es evidente que Bolívar se sirvió de la red masónica también, en circunstancias difíciles de su vida. En suma, creemos que Roscio se acercó a la masonería y comulgó con sus aspectos liberales en cuanto al republicanismo en ciernes y que, también, recibió apoyo de algunos de sus integrantes, pero estas evidencias no nos conducen a creer que formaba parte de una logia de manera sistemática y recurrente, ni creemos que el origen de sus ideas liberales estuvo allí, sino en la lectura directa de los textos liberales de su tiempo."

                                                                                                  Tomado de EFECTO COCUYO


lunes, 10 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO IV - V

 


JUAN GERMÁN ROSCIO

Caracas 5 de julio de 2020

                                                                                                

                                                                                                      Por Rafael Arraiz Lucca



Redactor principal del Correo del Orinoco, Director General de Rentas, Presidente del Congreso de Angostura, Vicepresidente del Departamento de Venezuela y Vicepresidente de Colombia

PRESO EN CÁDIZ Y EN CEUTA

IV


Nuestro redactor preclaro fue hecho preso junto con otros siete patriotas. Al grupo lo denominó Monteverde el de “los ochos monstruos”. Estaba integrado por Francisco Isnardi,José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires, Juan Paz del Castillo, Manuel Ruíz y el canónigo chileno José Cortés de Madariaga. Primero estuvieron presos en Cádiz, en la Carraca, durante siete meses y luego en Ceuta, hasta que en la noche del 17 de febrero de 1814 él y otros tres compañeros de celda logran fugarse y llegar a Gibraltar, en medio de una aventura más cercana a la peripecia militar que a la civil, pero el gobernador inglés de Gibraltar no encontró solución mejor que entregar a los fugados de nuevo en manos de sus carceleros españoles, en Ceuta.

Sin embargo, este oprobio llegó hasta oídos del Príncipe Regente de Inglaterra gracias a gestiones de Thomas Richard, quien le hizo llegar un alegato escrito por Roscio donde se invocaba el derecho, fechado el 11 de mayo de 1814. Entonces, después de transcurrido más de un año, el Príncipe Regente solicitó a Fernando VII la libertad de aquellos presos americanos, cosa que el Monarca se vio en la necesidad de concederle,  y fue cuando los fugados partieron de España porsus propios pasos. Además de Roscio, fueron liberados el presbítero radicado en Venezuela desde 1803, José Cortés de Madariaga, y los coroneles Juan Pablo Ayala y Juan Paz del Castillo. La orden Real es del 10 de septiembre de 1815.

LIBRE EN JAMAICA Y FILADELFIA

V

De la península ibérica salió Roscio con rumbo a Jamaica y luego se estableció en Filadelfia, ciudad donde publicó El triunfo de la libertad sobre el despotismo. Sin la menor duda, la pieza más importante que Roscio escribió. Afirma Luis Ugalde, S.J en su libro El pensamiento teológico-político de Juan Germán Roscio que esta obra fue escrita en las cárceles españolas, y que al poco tiempo de estar en Filadelfia el autor la entregó a la imprenta, en 1817. Entonces desconocía el extraño destino de la obra, editada seis veces fuera de su país, e ignorada en él hasta 1953, como veremos más adelante.

Sabemos que estuvo en Jamaica, en compañía de Cortés de Madariaga, por lo menos, hasta mediados de junio de 1816, porque allí fecha una carta enviada a Martín Tovar en Caracas.Sabemos que a finales de este año se traslada a Filadelfia, donde se publica su libro el año siguiente. De los años de prisión en Cádiz y Ceuta (1812-1815) no contamos con cartas, hasta ahora. Después de una corta estadía en Nueva Orleans, llega a Filadelfia, donde permanecerá hasta mediados de 1818, cuando navega hacia Angostura.

Luego, hacia mediados de 1818, lo encontramos al lado de Bolívar en Angostura, a quien acompañó en las aventuras de los próximos tres años. Tanto la de la reconstitución de la República de Venezuela como la de la creación de la República de Colombia, de la que Venezuela pasó a ser un Departamento. En estos años, Don Juan Germán se desempeñó como redactor principal del Correo del Orinoco, Director General de Rentas, Presidente del Congreso de Angostura, Vicepresidente del Departamento de Venezuela  y Vicepresidente de Colombia. Murió el 10 de marzo de 1821, cuando ocupaba este último cargo,días antes de reunirse el Congreso de Cúcuta, el que redactó la Constitución de 1821. Fue sustituido por Antonio Nariño, quien también recién regresaba a Colombia de su prisión española.

¿De qué murió? Malestar generalizado apunta el informe. Fiebres, decaimientos, aquella imprecisión típica de la medicina de la época, que cuando no atinaba a ubicar las causas dela enfermedad, señalaba los síntomas. Pareciera un cáncer que lo fue minando,porque en cartas  ya anuncia sus malestares, en Angostura, cuando se preparaba para cabalgar hacia Cúcuta. No fue un mal respiratorio, como el de Bolívar, porque ese no hay manera de confundirlo. Incluso entre febrero y mayo de 1820, estuvo convaleciente, según consta en sus misivas. No falleció de un mal repentino, lo incubaba.

                                                                                                         Tomado de EFECTO COCUYO

sábado, 8 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO III

 

JUAN GERMÁN ROSCIO EL MESTIZO QUE NO FUE

Caracas 5 de julio 2020 

                                                                     

                                                                          Por Rafael Arraiz Lucca


III


El teórico principal redacta los textos fundamentales



Si seguimos sus pasos con atención, convendremos en que no exageran ni Bello ni Pérez Vila, ya que el papel principal de Roscio es indudable, por más que una historiografía de acento guerrerista haya enviado su memoria a las últimas filas del teatro. Es nombrado Secretario de Relaciones Exteriores de aquella primera junta emancipadora (es decir, el Primer Canciller que tuvo Venezuela), y luego formó parte del Congreso Constituyente instalado el 2 de marzo de 1811 en calidad de diputado. En todos estos meses escribió y discurrió oralmente a favor de las ideas de la emancipación con la pertinencia jurídica que lo caracterizaba.

El Congreso Constituyente le encarga la tarea histórica de ser el redactor, junto con Francisco Isnardy, del Acta de la Independencia, decidida el 5 de julio de 1811. Luego, integra la comisión redactora de la primera Constitución que tuvo la República de Venezuela, sancionada el 21 de diciembre de 1811. También, fue el redactor del Reglamento para la Elección de Diputados al primer Congreso de la Venezuela Independiente, en 1811, lo que lo erige como el pionero en materia electoral en Venezuela. Además, redacta el Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela en la América Meridional de las razones en que ha fundado su absoluta independencia de la España, de cualquier otra dominación, extranjera, intentada y promovida el 19 de abril de 1810, y declarada el 5 de julio de 1811, formado y mandado publicar por acuerdo del Congreso General de las provincias unidas. Este texto es el sustento teórico más importante de aquellos momentos fundacionales de la República. De modo que, como vemos, de los hechos civiles principales de su tiempo, Roscio es el autor. Acta, Constitución, Sistema Electoral y Manifiesto.

Recuérdese que para estas fechas, Bolívar es un joven a quien la Junta envía a Londres con Bello y Luis López Méndez, en calidad de Embajadores que van a explicar la extraña situación provincial, como representantes de una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII, en oposición a los usurpados por Bonaparte. Ni siquiera al regresar Bolívar es Bolívar.

Por el contrario, la pérdida de la Primera República venezolana, en julio de 1812, lo tiene como lamentable protagonista de la derrota en Puerto Cabello, plaza que se ha perdido en sus manos. De modo que hasta diciembre de 1811 si alguien es figura principal de los hechos, ese es el doctor Roscio, el hombre de las ideas. El autor de una Constitución Federal a la que Bolívar culpó de ser la causa de la pérdida de la Primera República. Eso es lo que puede leerse en el Manifiesto de Cartagena.

En julio de 1812, con el triunfo de Domingo Monteverde y la consecuente pérdida de la Primera República, Roscio es hecho preso y enviado a España el 8 de septiembre de 1812. Mientras Bolívar se hace de un pasaporte que le confiere Monteverde en gratitud por la entrega de Miranda, en la fatídica noche del 31 de julio de 1812 en La Guaira. El joven caraqueño navega a Curazao y luego a Cartagena, donde redacta su famoso Manifiesto y comienza su estrella ascendente. Acaso la entrega de Miranda a Monteverde sea el hecho más vergonzoso de la vida de Bolívar, aunque algunos consideran más sombrío todavía el fusilamiento de Piar en Angostura, en 1819. En todo caso, “quien esté libre de pecados que lance la primera piedra.”

                                                                         Tomado de EFECTO COCUYO