lunes, 24 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO VIII, IX, X / FINAL

 


JUAN GERMÁN ROSCIO VIII, IX, X / FINAL

Caracas, julio 2020

                                                                     Por Rafael Arraiz Lucca


VIII

LOS AVATARES DE LA EDICIÓN


La edición venezolana dela obra representa una historia en sí misma y merece ser referida. Siendo publicada por primera vez en Filadelfia en 1817, luego se reedita en la misma ciudad en 1821 y una tercera edición en la misma urbe es de 1847. En México se imprime por primera vez en 1824, luego en 1828, y después en 1857. La primera edición venezolana es de 1953, gracias al empeño de Pedro Grases, quien la compila y le encarga el prólogo a Augusto Mijares. La edición con la que trabajo es la más reciente, la publicada por la Biblioteca Ayacucho en 1996. Grases consiguió en la librería Dolphins,de Oxford, un ejemplar de la obra y se lo llevó a Venezuela. Con ese ejemplar pudo imprimirse la primera edición venezolana, como dijimos, en 1953. Es decir,136 años después de impresa por primera vez. A partir de aquí, caben algunas inferencias.

Recordemos que Roscio regresa a Venezuela después de su prisión en Ceuta y su paso por Jamaica y Filadelfia. Es de suponer que trajo ejemplares de su obra o que le llegaron después y los repartió entre interesados y amigos, pero no contamos con mucha información al respecto, más allá de algunas cartas en las que hace referencia a su libro. Sabemos que Bolívar, por ejemplo, leyó la Historia de la revolución de la república de Colombia y la América meridional  de Juan Manuel Restrepo porque así se lo comenta a Louis Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga, pero ignoramos si leyó a Roscio. Es poco probable que el autor no le haya entregado a Bolívar en Angostura, en 1819, un ejemplar de su libro.

En cualquier caso, ningún comentario bolivariano conocemos, así como ningún otro de algún probable lector. Tampoco conocemos alguna queja de Roscio de tan indiferente acogida para una obra de tanto peso teórico. Por el contrario, las veces que menciona su libro en cartas, lo hace con una humildad conmovedora, como si se tratara de una obra miscelánea o secundaria. Por otra parte, se nos dirá: estaban en guerra,no estaban para lecturas de peso. Es cierto, pero la guerra culmina en la América española en 1824, con la batalla de Ayacucho, y luego en tiempos de paz tampoco se cuentan con alusiones al libro.

IX

ASUNTOS PERSONALES


Indaguemos ahora en aspectos de su vida personal. Sabemos por carta enviada por Roscio a Francisco Carabaño el 17 de julio de 1820, que tenía un hermano sacerdote en Cádiz,llamado José Félix, quien antes había sido Vicario de Puerto Cabello. Sabemos que Don Juan Germán estaba casado con Doña Dolores Cuevas, natural de Cádiz, y que contrajo nupcias en mayo de 1819, ya en Venezuela. Todo indica que el amor nació en Ceuta, ya que entonces los presos tuvieron la ciudad por cárcel y las posibilidades de establecer vínculos, estuvo presente. Ignoramos por qué la pareja tardó tres años en reunirse, pero suponemos que los rigores jamaiquinos y filadelfinos les impidieron juntarse. Recordemos que Roscio no contaba con bienes de fortuna y estuvo al borde de la mendicidad en el exilio. Difícilmente podía  hacer venir a su prometida, cruzando el Atlántico.

También, gracias a un testamento que firma en Filadelfia, el 14 de abril de 1818, cuando estaba postrado al borde de la muerte, sabemos que sólo un hermano tenía y que no había procreado. Sospechamos que su hermano murió en España, al igual que su mujer, que suponemos regresó a la península una vez fallecido Roscio en Cúcuta. El apellido no pudo trascender en Venezuela y desapareció, ya que los dos únicos varones no dejaron descendencia.

Sin embargo, circula la especie de que una mujer en 1889, muchos años después, solicitó pensión al gobierno venezolano, aduciendo ser hija de Roscio, pero parece poco probable que haya procreado una hija sin que nadie se haya enterado. De modo que no podemos otorgarle crédito. Tampoco hallamos rastro venezolano de la viuda, por eso estimamos que regresó a España.

Podemos organizar la vida de Roscio en cuatro etapas. La primera de la infancia y la adolescencia, entre 1763 y 1774, año en que se muda a Caracas, a los once años. La segunda, de formación, entre 1774 y 1800, cuando culmina estudios de Derecho Civil, tiene 37 años y está en pleno juicio en la Real Audiencia. La tercera, entre 1800 y 1809, año en que deja de trabajar para la Capitanía General de Venezuela y comienzan a aflorar sus ideas republicanas. La cuarta, entre 1809 y 1821, entre sus 46 y sus 58 años, donde se entrega plenamente a la causa republicana y conoce la cárcel, el exilio y redacta su obra fundamental.

X

APUNTES FINALES

¿No es de una perfecta lógica que el autor y el libro más importante del período de la gesta independentista sean muy poco conocidos en un país doblegado por la infausta impronta militar? ¿Qué lugar reservó la historiografía oficial, a veces más cercana de la teología que de la historia, para un abogado que, para colmo, era federalista, lo que es lo mismo que decir anti bolivariano?  Pues un lugar muy exiguo en la mitología republicana. Era civil, no era militar. ¿Dónde se ubica a un hombre de ideas, leyes y constituciones en un universo imantado por la magia guerrera? Si llegan a veinte los venezolanos que han leído su obra,exagero; en los países hermanos del continente rara vez han escuchado su nombre, mucho menos la existencia de su libro.

Bello y Roscio comparten lugar en el altar del imaginario colectivo: gente de ideas, no de acción. Menudo pecado en una sociedad sacudida por infantilismos crónicos. No obstante la similitud,el legado de Bello es de mayor magnitud que el de Roscio, naturalmente, lo que hace de su posición secundaria en el panteón patriótico venezolano una falta más elocuente.

La memoria de los pensadores liberales y federalistas en Venezuela ha sido sistemáticamente relegada en aras del centralismo autoritario. Dos ejemplos bastan para confirmar lo que afirmamos: Roscio y Cortés de Madariaga. El peso de Bolívar y su credo centralista, que abrazó la Presidencia Vitalicia y hereditaria en la Constitución de Bolivia de 1826, ha sido de tal dimensión que quienes profesaban un liberalismo más ortodoxo pasaron a segunda fila. No sólo en su tiempo sino en la memoria histórica. De esa injusticia ha sido víctima Roscio,el civilista republicano mejor formado de su tiempo, el autor de mayor peso teórico de los años de la gesta independentista.”

                                                                         Tomado de EFECTO COCUYO

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