domingo, 2 de agosto de 2020

MADARIAGA UN CURA LIBERAL VII / FINAL




MADARIAGA UN CURA LIBERAL

Caracas 5 de julio 2020

 

                                                                                 Por Rafael Arraiz Lucca

 

 

VII

 

“El final en Río Hacha.

Cortés de Madariaga quedó en Santa Marta y después recaló accidentalmente en Río Hacha, como veremos luego. Desde allí intentó, otra vez, sobreponerse a las penurias. Trató que el Congreso reunido en Cúcuta le asignara un estipendio fijo, pero no se le concedió, por más que quien lo solicitó fue el general Santander. Envió cartas pidiendo que la curia caraqueña le fijara una pensión por los servicios prestados, pero tampoco alcanzó el cometido, también respaldado infructuosamente por Santander.

Será el propio Cortés quien nos aclare por qué quedó varado en Río Hacha. Él mismo se lo explica al Vicepresidente Santander en carta del 1 de mayo de 1822. Afirma: “En 17 de julio del año próximo pasado fondeé en ésta por resulta de una trágica arribada que me distrajo de las costas de Maracaibo, a donde me dirigía desde Santa Marta, para seguir al Congreso de Cúcuta; y no habiéndose presentado ocasión segura para emprender nuevo viaje durante meses; cuando la hubo, en octubre del mismo año, se recibió aquí carta de cierto diputado de la asamblea nacional, en que participaba, que aquella debía ponerse en receso: esta novedad me aconsejó el detenerme, para esperar los resultados, y siéndolo conformes con el anuncio, contemplé ya inútil mi comparecencia en lo interior.”

De 1824 datan misivas melancólicas dirigidas a José Eugenio Cortés en Filadelfia. Citemos una sola: “Me tiene Ud., pues, tres años en este andurrial del Hacha, esclavo de amargas circunstancias, en medio de la decantada libertad civil que brinda Colombia, cuyo gobierno me ha pretermitido enteramente y privado aun de la asistencia de mis rentas canonicales, que en cuatro años de emancipado Caracas, no he podido conseguir que se me abonen; por manera que sufro las mayores privaciones y no diviso el modo de evadirme de este caos de angustias y continua aflicción para vivir: de Chile todo lo ignoro; y estoy reducido a un estado peor que si me hallase en algún presidio de África.”

No obstante, enterado el Vicepresidente de la República de la situación del canónigo, y a sabiendas de que no “era santo de la devoción” de Bolívar, lo designa en enero para ocupar el Deanato de Santa Marta, lo que constituía un honor que le dispensaba el general Santander. No obstante, el canónigo no acepta ya que alega encontrarse en condiciones poco propicias para el trabajo eclesiástico. Evidentemente, el canónigo quería su canonjía, no trabajar en su vejez achacosa. Se sentía enfermo y cansado.

Así lo comprendió Santander y abogó por él ante el Congreso de Colombia, afirmando: “propongo a V. E. que se le declare una pensión decente para su subsistencia durante su vida, pagadera del tesoro público, y que le corre desde el día en que dejó de ser canónigo por su firmeza republicana.” Lamentablemente, la carta de Santander al Senado colombiano no tuvo ningún efecto. ¿No se atrevieron a pensionar a quien Bolívar consideraba un adversario y un “loco”? ¿Nadie se ocupó de instrumentar la petición de Santander? En todo caso, lo cierto es que el Vicepresidente estuvo al tanto de sus penurias e intentó subsanarlas.

Refiere Vicuña Mackenna en su ensayo “El Tribuno de Caracas” que en 1824 el Almirante peruano Ignacio Mariátegui halló a Cortés en Río Hacha. Del encuentro dejó un testimonio elocuente: “encontré a Cortés en 1824, desterrado entre los indios de Río Hacha, y alimentándose solo con hierbas y pescado; pero inflexible en aceptar la política de Bolívar, que anulado por la fuerza el Congreso que él presidiera; y sin querer tampoco regresar a Chile, su patria, porque decía que no quería vivir en países donde se establecían órdenes monárquicas como la Legión de Mérito, la del Sol, trasplantada del Perú, etc, etc. Aquella alma romana prefirió, pues, la muerte en la miseria a la abdicación de sus principios.”

Como señalamos al principio de este ensayo, se desconoce el día exacto de su muerte y dónde reposan sus restos. Entonces, la Gaceta de Colombia del 26 de marzo, publica una nota necrológica exaltando su memoria: “El doctor Madariaga merece los más tiernos recuerdos de los colombianos por su ardiente patriotismo y amor a la libertad.”

¿Qué ocurrió? ¿No compartir las ideas políticas del Libertador tenía un costo muy alto? Evidentemente, Cortés no era “un loco” como lo tildaba Bolívar. Simplemente, desde Caracas (1810) hasta Cariaco (1817), y Río Hacha (1826), creía en el sistema federal de gobierno. Era un liberal cuyos principios no claudicaban bajo ninguna circunstancia, ni siquiera la guerrera, que es la más comúnmente invocada y trabajaba por sus ideales. No obstante, es un hecho irrefutable que el principio de la unidad de mando llevaba al Libertador a considerar enemigo a todo aquel que pensara y obrara distinto a él. Estas diferencias con Bolívar tenían dos consecuencias: la cárcel y el juicio, como ya vimos que lo intentó contra Cortés infructuosamente (no así con Piar) o, también, el ostracismo en el mayor abandono, por más que el general Santander intentara paliar la desgraciada senectud del canónigo chileno, éste fue su final riohachense.”

                                                                            Tomado de EFECTO COCUYO

                                       

 




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