MADARIAGA
UN CURA LIBERAL
Caracas
5 de julio 2020
Por Rafael Arraiz Lucca
VII
“El final en Río Hacha.
Cortés
de Madariaga quedó en Santa Marta y después recaló accidentalmente en Río
Hacha, como veremos luego. Desde allí intentó, otra vez, sobreponerse a las
penurias. Trató que el Congreso reunido en Cúcuta le asignara un estipendio fijo,
pero no se le concedió, por más que quien lo solicitó fue el general Santander.
Envió cartas pidiendo que la curia caraqueña le fijara una pensión por los
servicios prestados, pero tampoco alcanzó el cometido, también respaldado
infructuosamente por Santander.
Será
el propio Cortés quien nos aclare por qué quedó varado en Río Hacha. Él mismo
se lo explica al Vicepresidente Santander en carta del 1 de mayo de 1822.
Afirma: “En 17 de julio del año próximo pasado fondeé en ésta por resulta de
una trágica arribada que me distrajo de las costas de Maracaibo, a donde me
dirigía desde Santa Marta, para seguir al Congreso de Cúcuta; y no habiéndose
presentado ocasión segura para emprender nuevo viaje durante meses; cuando la
hubo, en octubre del mismo año, se recibió aquí carta de cierto diputado de la
asamblea nacional, en que participaba, que aquella debía ponerse en receso:
esta novedad me aconsejó el detenerme, para esperar los resultados, y siéndolo
conformes con el anuncio, contemplé ya inútil mi comparecencia en lo interior.”
De
1824 datan misivas melancólicas dirigidas a José Eugenio Cortés en Filadelfia.
Citemos una sola: “Me tiene Ud., pues, tres años en este andurrial del
Hacha, esclavo de
amargas circunstancias, en medio de la decantada libertad civil
que brinda Colombia, cuyo gobierno me ha pretermitido enteramente y privado aun
de la asistencia de mis rentas canonicales, que en cuatro años de emancipado
Caracas, no he podido conseguir que se me abonen; por manera que sufro las
mayores privaciones y no diviso el modo de evadirme de este caos de angustias y
continua aflicción para vivir: de Chile todo lo ignoro; y estoy reducido a un
estado peor que si me hallase en algún presidio de África.”
No
obstante, enterado el Vicepresidente de la República de la situación del
canónigo, y a sabiendas de que no “era santo de la devoción” de Bolívar, lo
designa en enero para ocupar el Deanato de Santa Marta, lo que constituía un
honor que le dispensaba el general Santander. No obstante, el canónigo no
acepta ya que alega encontrarse en condiciones poco propicias para el trabajo
eclesiástico. Evidentemente, el canónigo quería su canonjía, no trabajar en su
vejez achacosa. Se sentía enfermo y cansado.
Así
lo comprendió Santander y abogó por él ante el Congreso de Colombia, afirmando:
“propongo a V. E. que se le declare una pensión decente para su subsistencia
durante su vida, pagadera del tesoro público, y que le corre desde el día en
que dejó de ser canónigo por su firmeza republicana.” Lamentablemente, la carta
de Santander al Senado colombiano no tuvo ningún efecto. ¿No se atrevieron a
pensionar a quien Bolívar consideraba un adversario y un “loco”? ¿Nadie se
ocupó de instrumentar la petición de Santander? En todo caso, lo cierto es que
el Vicepresidente estuvo al tanto de sus penurias e intentó subsanarlas.
Refiere
Vicuña Mackenna en su ensayo “El Tribuno de Caracas” que en 1824 el Almirante
peruano Ignacio Mariátegui halló a Cortés en Río Hacha. Del encuentro dejó un
testimonio elocuente: “encontré a Cortés en 1824, desterrado entre los indios
de Río Hacha, y alimentándose solo con hierbas y pescado; pero inflexible en
aceptar la política de Bolívar, que anulado por la fuerza el Congreso que él
presidiera; y sin querer tampoco regresar a Chile, su patria, porque decía que
no quería vivir en países donde se establecían órdenes monárquicas como la Legión
de Mérito, la del Sol, trasplantada del Perú, etc, etc. Aquella alma romana
prefirió, pues, la muerte en la miseria a la abdicación de sus principios.”
Como
señalamos al principio de este ensayo, se desconoce el día exacto de su muerte
y dónde reposan sus restos. Entonces, la Gaceta de Colombia del 26 de marzo,
publica una nota necrológica exaltando su memoria: “El doctor Madariaga merece
los más tiernos recuerdos de los colombianos por su ardiente patriotismo y amor
a la libertad.”
¿Qué
ocurrió? ¿No compartir las ideas políticas del Libertador tenía un costo muy
alto? Evidentemente, Cortés no era “un loco” como lo tildaba Bolívar.
Simplemente, desde Caracas (1810) hasta Cariaco (1817), y Río Hacha (1826),
creía en el sistema federal de gobierno. Era un liberal cuyos principios no
claudicaban bajo ninguna circunstancia, ni siquiera la guerrera, que es la más
comúnmente invocada y trabajaba por sus ideales. No obstante, es un hecho
irrefutable que el principio de la unidad de mando llevaba al Libertador a
considerar enemigo a todo aquel que pensara y obrara distinto a él. Estas
diferencias con Bolívar tenían dos consecuencias: la cárcel y el juicio, como
ya vimos que lo intentó contra Cortés infructuosamente (no así con Piar) o,
también, el ostracismo en el mayor abandono, por más que el general Santander
intentara paliar la desgraciada senectud del canónigo chileno, éste fue su
final riohachense.”
Tomado de EFECTO COCUYO
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