viernes, 14 de agosto de 2020

JUAN GERMÁN ROSCIO VI. El triunfo de la libertad sobre el despotismo

 


 JUAN GERMÁN ROSCIO  

Caracas, 5 de julio 2020

                                                                                         Por Rafael Arraiz Lucca



VI

SU OBRA ESCRITA


"Detengámonos en la obra aludida, acaso las más importante escrita en el período independentista hispanoamericano. Como es sabido, esta obra de Roscio es de las pocas reflexiones teóricas justificatorias de la emancipación de las provincias españolas en América. Del mismo autor contamos con el opúsculo redactado en 1811, en plena faena del Congreso Constituyente, titulado El patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes, en el que ya se advertía la tesitura teórica de su autor. Las mismas tesis las hallamos en el Manifiesto aludido antes.

En El patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes, un ensayo breve de 1811, ya su posición está clara. Afirma: “Aunque pecó el hombre quedó siempre ilesa su voluntad y libre albedrío para establecer el gobierno que fuese más conveniente a su felicidad: y de esta fuente nace el derecho que tienen los pueblos para quitar, alterar o reformar el gobierno establecido cuando así lo exige la salud pública, y el convencimiento de ser establecido para servir, no para dominar a los hombres; para hacerlos felices, no para abatirlos, para conservar su vida, su libertad y sus propiedades, no para oprimirlos ni sustraerles sus fueros sagrados e imprescriptibles.” (Roscio, 1953: 87)

El triunfo de la libertad sobre el despotismo constituye el más arduo y completo esfuerzo de un católico de la época por hallar razones bíblicas para la libertad, en contra de las razones bíblicas que el Monarca esgrimía a su favor, conocidas como el “Derecho divino de los Reyes”. Es sobrecogedor el esfuerzo de Roscio: repasa con lupa la Biblia buscando desmontar el andamiaje opresor que se fundamentaba en textos sagrados, y busca construir otro que, basado en los mismos textos, trabaje a favor de la libertad: “A las páginas del reino espiritual de Jesucristo iban los enemigos de la libertad en busca de textos que sirviesen de dogma al gobierno temporal de las gentes contra la sana intención de su autor.” (Roscio: 1996, 8)

Roscio cree hallar en el Antiguo y el Nuevo Testamento toda una organización social sustentada en la igualdad y la libertad, muy distinta a la que la monarquía venía estableciendo. De modo que puede afirmarse que adelanta una lectura filosófica y política de la Biblia desde postulados distintos a los de la monarquía. El propio autor lo señala en el prólogo de su obra: “Cooperemos todos al exterminio de la tiranía, al desagravio de la Religión ofendida por el déspota que la invoca en su despotismo; unamos nuestras fuerzas para el restablecimiento de la alta dignidad de nuestros semejantes oprimidos.”” (Roscio: 1996, 5).

El trasfondo filosófico en el que se apoya el autor es el Liberalismo, de ello dan fe las diversas alusiones al Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau, así como a ciertos principios cartesianos, pero no abandonaba su formación católica. En tal sentido, no puede afirmarse que Roscio fuese un liberal ortodoxo, más agnóstico que creyente, ya que su condición de feligrés no la abandonó nunca. De modo que uno de los primeros intentos hispanoamericanos, sino el primero, por avenir postulados liberales y católicos ha debido ser éste de Roscio. Más que una refutación liberal de postulados de teología monárquica, nuestro autor se esmeró en dibujar una teología emancipadora, sustentada en los mismos libros sagrados en que se fundamentaba la contraria.

Que el sustento filosófico de Roscio fuese el Liberalismo no puede sorprendernos: para nadie es un secreto que fueron éstas ideas las que condujeron a la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, primero, a la Revolución Francesa, después y, finalmente, a la Independencia de las Provincias de España en América. Este cuerpo de ideas, naturalmente, se enfrentó al poder constituido del Señor Feudal y del Monarca por igual, y abogaba por la creación de repúblicas libres, gobernadas bajo el imperio de leyes fundadas en los principios de la libertad y los Derechos del Hombre, todos ellos consustanciales al Individualismo, que no hay manera de disociar de las ideas liberales.

Pero si por una parte El triunfo de la libertad sobre el despotismo es una lectura crítica de los textos sagrados con un fin político, por otra recoge un norte y un programa de acción. Así queda establecido en el mismo prólogo antes citado: “Cooperemos todos al exterminio de la tiranía, al desagravio de la Religión ofendida por el déspota que la invoca en su despotismo; unamos nuestras fuerzas para el restablecimiento de la alta dignidad de nuestros semejantes oprimidos.” (Roscio: 1996, 6). Este llamado a la acción lo acompaña el autor con su vida pública, confluyendo así en su sola persona el derrotero del hombre de pensamiento y el del hombre de acción, aunque jamás en el campo de batalla, blandiendo una espada.

El libro, además, está escrito en un lenguaje de gran elegancia, con frecuentes recurrencias al Yo dramático que años después desarrolló en Venezuela el poeta José Antonio Ramos Sucre. La argumentación, aunque le rinde tributo a la pasión, no deja de lado el peso persuasivo de las racionalizaciones. Entonces, el abogado de correcta formación emerge en el texto, acompañando al tono confesional en que está escrito el libro, recordando a las Confesiones de San Agustín: “Adopté el método de confesión, imitando las de San Agustín, por haberme parecido el más propio y expresivo de la multitud de preocupaciones que me arrastraban en otro tiempo.” (Roscio: 1996, 5).

No exagero al afirmar que este libro, en muchos sentidos asombroso, constituye el más acabado esfuerzo por justificar la libertad de las provincias españolas en América desde la perspectiva de un católico comprometido, ayudado por el cuerpo de ideas del Liberalismo. Además, pasado el período emancipador, el libro que trabajamos es de las pocas fuentes con que contamos de los sustentos teóricos de la empresa independentista.

No obstante el catolicismo confeso de Roscio, no faltan quienes lo ubican en la lista de los masones y, la verdad, pareciera que si lo fue, ya que recibió unos apoyos típicos de la cofradía masónica, tanto en su paso por Jamaica como en su estadía en Filadelfia. De la pertenencia de Miranda a la masonería no hay la menor duda, pero la de Roscio no se ha ventilado suficientemente. No nos atrevemos a afirmar su pertenencia diáfana porque no contamos con pruebas testimoniales contundentes, pero lo que sí es cierto es que su confesionalismo católico no habría sido óbice para la pertenencia a una organización secreta que luchaba por la libertad y que, sin duda, fue introductora y animadora de las ideas liberales en América. Pero no es interés de este trabajo dilucidar su afiliación masónica, tampoco eludirla, ya que en toda la gesta independentista estuvo presente, sobre todo como sistema de conexión entre mucha gente y efectivo respaldo en “las verdes y las maduras.”

Como dijimos antes, consta la filiación masónica de Miranda, fundador en Londres en 1800 de la logia Gran Reunión Americana, que centralizaba las llamadas por El Precursor “logias lautarinas” en América, en homenaje a Lautaro, quien dio muerte a Pedro de Valdivia, en Chile, en 1553. Algunos creen que la iniciación mirandina ocurrió en Virginia, a instancias de George Washington, pero no nos atrevemos a afirmarlo porque sospechamos que ha podido ser antes, en Europa. También consta la bolivariana, cuya iniciación se presume en Cádiz, en 1803, pero El Libertador se refirió a la masonería en el Diario de Bucaramanga con desprecio: “Habló de la masonería, diciendo que también él había tenido la curiosidad de hacerse iniciar para ver de cerca lo que eran aquellos misterios, y que en parís se había recibido de Maestro, pero que aquel grado le había bastado para juzgar lo ridículo de aquella antigua asociación, que en las logias había encontrado algunos hombres de mérito, bastantes fanáticos, muchos embusteros y muchos más tontos burlados; que todos los masones se asemejan a los niños grandes jugando con señas, morisquetas, palabras hebraicas, cintas y cordones…” (Bolívar, 2010: 221).

No obstante lo dicho, es evidente que Bolívar se sirvió de la red masónica también, en circunstancias difíciles de su vida. En suma, creemos que Roscio se acercó a la masonería y comulgó con sus aspectos liberales en cuanto al republicanismo en ciernes y que, también, recibió apoyo de algunos de sus integrantes, pero estas evidencias no nos conducen a creer que formaba parte de una logia de manera sistemática y recurrente, ni creemos que el origen de sus ideas liberales estuvo allí, sino en la lectura directa de los textos liberales de su tiempo."

                                                                                                  Tomado de EFECTO COCUYO


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