viernes, 6 de septiembre de 2019

DE LOS JURAMENTOS


Texto de Cesare Beccaria Bonesana
Obra: DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS
Introducción y nota al pie por Abg. Rafael Medina Villalonga
Sirve esta nota para continuar difundiendo el conocimiento y la sabiduría encerrados en las páginas de la maravillosa obra de Cesare Beccaria Bonesana. Si nuestros legisladores y nuestros jueces leyeran, o mejor: estudiaran y comprendieran el significado y alcance de los principios y conceptos vertidos en ella – hace más de 250 años - se abrirían las puertas a la seguridad jurídica, a la justicia, reina de todas las virtudes como la calificó Simón Bolívar, a la paz social, a la democracia y al bien común que tanto anhelamos los venezolanos en esta hora menguada que vive nuestra sociedad toda.

Sólo falta la seriedad que dimana de la madurez. Que a quienes les ha tocado dirigir los destinos de la nación venezolana en estos días aciagos, lleguen a comprender la gravedad de la responsabilidad que les ha tocado en suerte y dejen de actuar como niños a quienes se compra su voluntad con unos caramelos, aunque esos caramelos sean miles o millones de dólares, con los que los tientan los malhechores que han corrompido todos los estratos de nuestra sociedad.

Ciudadanos dirigentes, la Providencia los ha encargado de velar por el bienestar de la gran mayoría de sus conciudadanos inocentes, ingenuos, que no tienen las herramientas del conocimiento y la sabiduría para proveer a sus propios intereses por ellos mismos. Vuestra responsabilidad, vuestra tarea, en estas horas oscuras es razonar y actuar como el adulto para ejercer la responsabilidad de dirigir los destinos de nuestra nación como un “Buen Padre de Familia”.

Hay que acabar con la “viveza criolla”, con la coima, la matraca, el pónganme donde “Haiga”, el “cuanto hay pa’ eso”. Es la hora de la seriedad, del esfuerzo creador, de la remuneración justa por un trabajo bien hecho, del premio al mérito y del castigo al desmedro, al estropicio, a la mala conducta y a la violación a las leyes, a la moral y a las buenas costumbres. ¡Basta de padrinazgos para acceder a un cargo en la cosa pública!

Con el permiso del maestro Rómulo Gallegos, parafraseamos la frase última de su inolvidable “Doña Bárbara”:
¡Tierra venezolana, propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera!

He aquí la sabia opinión del autor sobre los “Juramentos”.
¡Buen provecho!

“Una contradicción entre las leyes y los sentimientos naturales del hombre nace de los juramentos que se exigen al reo, para que sea un hombre veraz precisamente cuando mayor interés tiene en ser falso; como si el hombre pudiese jurar sinceramente que ha de contribuir a su propia destrucción; como si la religión no callase en la mayor parte de los hombres cuando habla el interés. La experiencia de todos los siglos demuestra que se ha abusado más que de toda otra cosa de este precioso don del Cielo. ¿Y por qué motivo la habrían de respetar los criminales si los hombres considerados más sabios lo han violado tan frecuentemente? Demasiado débiles, por demasiado alejados de los sentidos, son para la mayoría los motivos que la religión contrapone al impulso del temor y al amor de la vida. Los asuntos del Cielo se rigen por leyes ciertamente diferentes de las que rigen los asuntos humanos. ¿Por qué comprometer, pues, los unos con los otros? ¿Por qué poner al hombre en la terrible contradicción de o faltar a Dios o contribuir a la propia ruina? De este modo, la ley que manda tal juramento obliga a ser o mal cristiano o mártir. El juramento se convierte poco a poco en una simple formalidad, destruyéndose de esta manera la fuerza de los sentimientos de la religión, única garantía de la honestidad de la mayor parte de los hombres. La experiencia ha hecho ver cuán inútiles son los juramentos, pues cualquier juez puede serme testigo de que ningún juramento ha hecho jamás decir la verdad a ningún reo; lo hace ver la razón, que declara inútiles y, por consecuencia, dañosas todas las leyes que se opongan a los sentimientos naturales del hombre. Sucede a estas leyes lo que a los diques directamente opuestos al curso de un río: o son inmediatamente abatidos y desbordados, o un torbellino formado por ellos mismos, los corroe y los mina insensiblemente.”

Nota: Esta obra fue publicada por primera vez en 1764, en Livorno, Italia. Quien reproduce este fragmento no ha agregado ni intervenido o modificado su redacción en cuanto a sintaxis u ortografía. La traducción es de FRANCISCO TOMÁS Y VALIENTE, catedrático de la Universidad de Salamanca, España. Es edición española de “aguilar s a de ediciones” 1969; primera edición-cuarta reimpresión- 1982. Págs. 93 – 95.

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