martes, 12 de enero de 2021

SEMBLANZA DE DON ANDRÉS BELLO LÓPEZ (II)

 

 SEMBLANZA DE DON ANDRÉS BELLO LÓPEZ

                                                                                  Dr. Juan Andrés Orrego Acuña

                                                                                  Profesor de Derecho Civil U. Chile

“Parte de este trabajo se expuso en una “Jornada en Homenaje a don Andrés Bello”, con motivo del sesquicentenario de la promulgación del Código Civil, realizada por la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Internacional Sek, el 18 de octubre de 2005, en la Casona y Parque Arrieta, Peñalolén, donde se emplaza la Casa Central de dicha Universidad, y que en el Siglo XIX perteneciera a la familia Egaña.”

 

(II)

NIÑEZ Y JUVENTUD.

Poco se sabe de la familia de Andrés Bello. Eran hidalgos avecindados en Caracas, venidos a menos. La casa de Bello se situaba en los suburbios de la ciudad, “en el ángulo suroriente de la actual esquina de Luneta, la entonces denominada esquina de Juan Pedro López”. Su familia no era ni plebeya ni aristocrática. Su padre, don Bartolomé de la Luz Bello (1750-1800), había obtenido el título de abogado a los cuarenta años, en 1780, un año antes del nacimiento de Andrés. Su título de Bachiller en Leyes se lo había conferido la Universidad Real y Pontificia. En aquél entonces, la carrera de abogado en Caracas era incierta y desacreditada.

El pueblo americano, durante la colonia, como refiere Joaquín Edwards Bello, bebía en su cuna el odio a los leguleyos y a los oidores. Era comprensible esa escasa simpatía, pues conformaban tales letrados, los estamentos o burocracia del Estado y su gobierno. Y se sabe que para el temperamento hispánico, el Estado y en particular el gobierno y la burocracia que lo sostiene, es una rémora apenas soportable.

Don Bartolomé, además, era músico en la iglesia de los pardos (contigua a la casa de los Bello y llamada oficialmente Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia) y encargado de dirigir los cantos religiosos durante los oficios, habiéndose desempeñado igualmente como profesor de canto en el Colegio Seminario, entre los años 1774 y 1787. Precisamente, la enseñanza de la música le permitió pagar sus estudios de abogado.

A pesar de no tener una situación holgada, tenía un carácter firme. Se cuenta que renunció su plaza en la tribuna de la Santa Catedral por negarse a bajar al Coro, conforme se lo ordenare el Capítulo, “por no vestir hábitos clericales sino señir (cic) espada” Ello explica, quizá, la permanente estrechez económica de la familia. Amén del número de hijos.

La hacienda llamada “El helechal”, en la que Andrés aprendiera a cabalgar, pasó a otras manos por trampas y pleitos. En adelante, la familia viviría en Caracas. Estirpe que no daría otro fruto tan espléndido. Con el correr de los años, la familia venezolana de Bello sería tragada por la pobreza, por la furia revolucionaria que asoló su terruño y por las pestes. La casa natal no existía desde el terremoto que había asolado Caracas el 26 de marzo del año 1812. Los hermanos, muertos. Las hermanas, en los claustros.

La madre de Bello, doña Ana Antonia López Delgado (1764-1858), es todavía un enigma. Su padre habría sido un pintor de talento en la época colonial. Años después, Andrés, desde Chile, le enviaba regularmente preciosas monedas de oro chileno. Pero nunca más le vería. La había dejado cuando Bello tenía 29 años. Moriría a la sazón inverosímil edad de 94 años, en 1858.

Nació Bello el 30 de noviembre de 1781. El día de San Andrés, lo que explica su primer nombre (sus nombres de pila, muy a la usanza de la época, eran Andrés de Jesús María y José). Fue el mayor de un total de ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres. El 8 de diciembre, fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia de Caracas, en el libro primero de bautismo de blancos (había otros libros especiales para negros y mulatos). Su padrino, fue don Pedro Vamondi.

Desde muy niño, sintió Bello inclinación por los estudios. Su tío, Fray Ambrosio López, viendo los esfuerzos del chico hacia el saber y procurando encaminarlos, le proporcionó un maestro de notable calidad, también religioso, el fraile mercedario Cristóbal de Quezada, de quien el muchacho tuvo los primeros conocimientos de gramática, literatura y castellano. Quezada sería también su maestro de latín, lo que permite a Bello leer desde niño a Horacio y Virgilio en la lengua en que ellos escribieron, adentrándose también en las obras de Garcilaso, Cervantes, Lope de Vega y Calderón de la Barca.

Estudió luego en el Colegio de Santa Rosa, por aquella época de mucho prestigio entre las familias criollas de Caracas. Se incorpora ahí a la cuarta clase de latinidad, recibiendo las lecciones del presbítero Antonio Montenegro, y relacionándose con los hijos de los más importantes caraqueños, llamados “mantuanos”, por su derecho a usar manto. Los Ustáriz, pertenecientes a este grupo, inician a Bello en el estudio de la lengua francesa y pronto pudo leer a Racine y, seguramente –lo que era mucho más peligroso para los mayores-, a Voltaire. Con quince años, ingresa en 1797 a la Universidad Real y Pontificia de Caracas, estudiando filosofía, lógica, aritmética, álgebra y geometría, alcanzando el primer lugar entre sus condiscípulos.

El uno de marzo de 1800 se recibe de bachiller en artes. Aquél mismo año, moría su padre. Pocos meses antes, específicamente en noviembre de 1799, había arribado a Caracas el naturalista Alejandro Von Humboldt. Acompañado del botanista francés Aimé Bonpland, permanece algún tiempo en Venezuela, investigando la flora y fauna, trabando relaciones con las familias más importantes de Caracas y con los jóvenes más instruidos, entre ellos Bello, quien, se dice, habría acompañado a los dos sabios europeos en algunas de sus expediciones. Se puede comprender cuan útil debe haber sido para Bello, templar su intelecto en la fragua rigurosa de estos europeos que descubrían por segunda vez la América profunda, hasta entonces velada para los estudios científicos.

Bello había iniciado también sus estudios en medicina y Derecho. Pero su padre, curiosamente, suponemos que desengañado por los bemoles del foro y por el aludido descrédito de la profesión en aquellos años, le suplicó a su hijo que no fuera abogado. Obediente a los deseos paternos, Bello nunca sería abogado, aunque por cierto no abandonaría los estudios del Derecho, y tras la muerte del progenitor, viéndose obligado a obtener medios de subsistencia para su madre y hermanos, se presentó en concurso para Oficial Segundo de la Secretaría del Gobernador Manuel de Guevara Vasconcelos, obteniendo el puesto.

Continuará…

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