viernes, 15 de enero de 2021

SEMBLANZA DE DON ANDRES BELLO LOPEZ (VII)

 

SEMBLANZA DE DON ANDRES BELLO LOPEZ

                                                     Dr. Juan Andrés Orrego Acuña

                                               Profesor de Derecho Civil U. Chile

 “El devenir de los pueblos se teje con una lógica que escapa con frecuencia al entendimiento de los hombres. En no pocas oportunidades, el derrotero de un país queda condicionado por la irrupción de una figura descollante, que para bien o para mal, marca a fuego el destino de aquél.”

 (VII)

"Poco se sabe, en verdad, de la vida de Bello en sus primeros años londinenses. El 26 de marzo de 1812, se restablece la autoridad española en Caracas, tras ser derrotada la Confederación Americana de Venezuela. Ello trae como directa consecuencia, que López Méndez y Bello quedan en Londres desprovistos de toda representación y carentes de recursos, y como es obvio, sin posibilidad de volver a la patria. La necesidad apremiaba la existencia de Bello en Londres, e intenta obtener la autorización de las autoridades españolas, para ser admitido en algún territorio de la Corona. Contacta al embajador de España en Londres, Conde de Fernán Núñez y Duque de Montellano, y envía en junio de 1813 una carta a la Regencia de España.

En los documentos que se conservan de esta correspondencia, se trasluce un Bello vacilante y que intenta justificar su proceder antes de la restauración del gobierno español. Declara no haber tenido una intervención protagónica en los movimientos que habían precedido la revolución y destaca la notoria moderación de sus opiniones y conducta. Aunque en rigor no faltaba a la verdad, su actitud no nos parece totalmente exenta de reproche. Aunque también debemos admitir que se trataba de flaquezas comprensibles en un momento especialmente difícil, lejos de la patria, de la familia y de los amigos.

Por lo demás, Bello era sincero en su ideal de un gobierno monárquico, aún para los países americanos. En carta de 15 de noviembre de 1821, le dice a Miguel de Mier: “La monarquía (limitada por supuesto) es el único gobierno que nos conviene; y (…) miro como particularmente desgraciados aquellos países que por sus circunstancias no permiten pensar en esta especie de gobierno.” No creía Bello que la democracia fuere el sistema que pudieran adoptar las jóvenes repúblicas americanas, y en ello, compartía las mismas ideas de O’Higgins, Rivadavia, San Martín y muchos otros próceres de la independencia. En cuanto a la actitud vacilante entre revolucionarios y partidarios de la Corona, nadie podría condenarlo.

Se cuenta que en Chile, después del desastre de Cancha Rayada, “muchos chilenos de significación, aterrados por su propia suerte, escribieron al general realista Osorio declarándose ardientes partidarios de la metrópoli y firmes sostenedores de la causa del rey. No ahorraban tampoco denuncias de patriotas. Estas cartas estaban en la valija que encerraba la correspondencia secreta del jefe español, y que éste abandonó al huir (…) del campo de Maipú”. San Martín, a la sombra de un álamo, según relató su edecán O’Brien, leyó una a una las cartas que comprometían a tantos notables, para después, sin revelar su contenido, despedazarlas y arrojarlas al fuego.

A instancias de López Méndez, el gobierno argentino, por intermedio de Manuel de Sarratea, dispone enviar a los dos venezolanos una pensión anual de 150 libras. Pero sólo llega la primera remesa y nada más53. López Méndez obtendría también un auxilio de 1.200 libras, que permitió defenderse a los dos diputados por un tiempo. Después, las obligaciones contraídas por la representación diplomática y que los acreedores exigirían implacablemente, terminó con López Méndez encarcelado en más de una oportunidad.

Era una época en que las deudas impagas llevaban al obligado a prisión. Paralelamente, los contactos con Buenos Aires continuarían, y en noviembre de 1815 se instruye a Sarratea para que proporcione a Bello los medios para trasladarse a la Argentina, pero el viaje no se concretará. Por aquellos años, un amigo, el español y famoso escritor José María Blanco White, autor del soneto “Mysterious Nigth”, celebrado por Coleridge, le ayudará, consiguiéndole alumnos a quienes Bello imparte clases particulares de latín, francés y castellano, obteniendo con ello ingresos suficientes para vivir con dignidad.

En especial, ayudaron a Bello las lecciones que impartió en casa de Mr. Hamilton, secretario de Estado para la India en el gabinete inglés. En retribución del trabajo de Bello, Hamilton le ofreció casa, comida y 100 libras de renta. De esta forma, podría afirmarse que gracias a Blanco White, sería Chile y no las Provincias del Río de la Plata quien se beneficiaría con el trabajo ingente que Bello estaba destinado a ejecutar.

Resuelto así por el momento el problema del sustento diario, contrae matrimonio con María Ana Boyland en 1814. Tenía ella 20 años (había nacido el 12 de septiembre de 1794). Tras 7 felices años de vida conyugal con Bello, María Ana fallece el 9 de mayo de 1821, dejándolo viudo, con dos hijos, de nueve y seis años, Carlos (nacido el 30 de mayo de 1815) y Francisco (nacido el 13 de octubre de 1817). Un tercer hijo, Juan, nacido el 15 de enero de 1820, había muerto un años después. El matrimonio vivió en el número 18 de la calle Bridgewater.

Las complicaciones económicas volvían a presentarse, y ahora más acuciosas, pues debía mantener a sus dos pequeños hijos. Se dedica entonces a la preparación de algunos jóvenes para su ingreso a la universidad, y se le encarga descifrar los manuscritos de Jeremías Bentham, trabajo que le consigue su amigo, el filósofo y economista James Mill, padre del después célebre John Stuart Mill, también, igual que su padre, filósofo y economista y quien predicaría una moral utilitarista, a partir precisamente de las ideas de Bentham.

Igualmente, Mr. Blair –por intermedio del mexicano José María Fagoaga- le hizo corregir una traducción española de la Biblia. Al ejecutar este trabajo, “con aquél concienzudo espíritu con que lo emprendía todo”, le haría proponer, como indispensable en toda traducción, el principio de una fidelidad escrupulosa al texto original. Se haría un asiduo visitante del Museo Británico, a cuyos empleados su figura llegó a hacerse familiar, utilizando su completa biblioteca. Estudia allí, entre otras obras, el “Poema del Cid”, respecto del cual hace un profundo y celebrado estudio, que se publicará de manera póstuma, los “Nibelungos”, el “Orlando Enamorado” y compone, en inglés, una “Historia de Carlomagno y de Rolando, atribuida a Turpín, Arzobispo de Reims”. 

Estudia igualmente prosodia, gramática y derecho65. Realiza también investigaciones en materias pertenecientes a la filología, la astronomía y la medicina, redactando un apunte para una memoria histórica sobre el origen de la sífilis, en la que examina si fueron los indígenas americanos quienes transmitieron a los europeos el contagio de la terrible plaga, concluyendo que la enfermedad ya era conocida en el mundo antiguo.

La sed de conocimientos de Bello parece inagotable y el Museo que frecuenta resulta el lugar preciso para saciarla. El Museo Británico ya asentaba su fama mundial, y por esos mismos años – concretamente en 1816-, había adquirido las esculturas del Partenón, arrancadas por Lord Elgin. Bello, que admiraba a los griegos, debe haberse extasiado contemplando esos mármoles modelados por Fidias y sus discípulos en el momento en que Grecia había alcanzado su cenit.

En este ambiente, dice Orrego Vicuña, “La niebla exterior, la miseria, el desamparo máximo se transmutan allí en haces de luz, en pura alegría intelectual, en ardiente fiebre de trabajo.”.

Continuará…

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