Crítica de las decisiones judiciales
Todas las manifestaciones culturales de un
pueblo deben estar abiertas a las posibilidades de un examen desde las más
variadas posiciones del espíritu. Esta posibilidad de libre examen constituye
el clima necesario para que el pueblo pueda progresar y cumplir en el mundo
elevados destinos. Sobre la voluntad y la inteligencia de quienes forjan en el
tiempo de la historia de una nación debe caer a cada instante la voz elevada y
serena de la crítica. Para que ésta sea fecunda y saludable, debe inspirarse en
un noble sentimiento de imparcialidad y justicia, hasta el punto de despertar
en todos los miembros de la sociedad la convicción de que al enjuiciar la
conducta ajena lo hace el crítico sólo movido por un alto ideal de perfección.
La posición crítica del espíritu humano es una inexorable exigencia de
moralidad, por tanto, ella solamente puede surgir y dar resultados provechosos
cuando un acendrado tesoro de virtudes cívicas ha hecho posible en la sociedad
la manifestación libre, consciente y serena de la voluntad y del pensamiento. Donde
no hay moralidad no hay opinión pública auténtica y valiosa, ni crítica
verdaderamente orientadora, ni noble anhelo de superación.
Particularmente
interesante y necesaria se hace la crítica cuando ella tiene como objeto las
decisiones judiciales, por cuanto es en los fallos de los jueces donde se
realiza una de las más elevadas misiones del Estado. El derecho vivo, positivo
y concreto surge cada día de los juicios de valor jurídico que sobre la vida
toda de la nación pronuncian los magistrados judiciales. Todo juez, desde el
más egregio hasta el más humilde, es un realizador del derecho vivido por el
pueblo. Los magistrados judiciales forjan con sus decisiones los anales
jurídicos de la nación y modelan en el transcurso de las generaciones el
sentimiento de justicia que inspirará las vivencias futuras del pueblo.
Luis Loreto
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