FAKE NEWS LA CIENCIA DE LA
MENTIRA
Madrid, 19 de noviembre 2020
Por Carlos Manuel
“¿Los humanos somos seres racionales o
seres narradores? ¿Tomamos decisiones basadas en buenas razones o en buenos
argumentos? Las noticias falsas no
son algo nuevo y pueden explicarse desde una perspectiva histórica e incluso
científica. El libro ‘Somos lo que nos contamos’ aborda las razones más
atávicas de nuestra credibilidad.”
• La mentira perfecta
ya es posible
Contar historias nos ha
permitido sobrevivir y reproducirnos como especie. Gracias a esta facultad
podemos viajar al pasado o al futuro, imaginar situaciones inexistentes,
inventar personajes… En definitiva, narrar es la manera que tenemos los humanos
de estar en el mundo y de entenderlo. Pero narrar también tiene su ‘lado
oscuro’. Así lo explica Óscar Vilarroya, profesor de Neurociencia en la Universidad
Autónoma de Barcelona, en su libro Somos lo que nos contamos (Ariel).
En él analiza por qué los humanos «siempre necesitamos una explicación, por
incierta o fantasiosa que parezca».
Los autores de
ficción, los contadores de cuentos, conocen bien el percal. Toda narración
implica un pacto entre el autor y el lector, una especie de contrato. Se llama
‘suspensión de la incredulidad’. El lector sabe que lo
que le están contando es una fantasía, pero la acepta si el relato es coherente. Como dijo el
filósofo italiano Giordano Bruno, «se non è vero, è ben trovato». Si está bien
contado, merece ser verdad. Es un pacto provisional que dura mientras se
mantenga el hechizo de la narración. Pero nadie engaña a nadie; y tampoco nadie
se engaña a sí mismo. Son las reglas del juego.
Ahora bien, esta
facultad narrativa conlleva unos riesgos. Si el relato es sencillo, está bien
articulado y apela a motivaciones concretas y potentes de personas y de grupos,
puede hacerse pasar por real si encuentra el terreno abonado para ello. Si se
dan las circunstancias, el momento y el lugar, hay gente a la que se puede
convencer de que una historia es real, aunque no lo sea. Hay individuos y
colectivos propensos a creerse una milonga a pie juntillas, o por lo menos a
otorgarle una presunción de veracidad, por muy inverosímil que parezca.
Un fallo en la amígdala
puede desatar el delirio, que es la respuesta del cerebro a una angustia
inexplicable. Entonces, cualquier cuento es aceptable si tranquiliza
«Las fake news no
son otra cosa que un conjunto de relatos, muchos de ellos primordiales, es
decir, basados en una estructura narrativa mínima, puestos al servicio de la
manipulación y el engaño», explica Vilarroya. Son relatos que se alimentan de
las emociones más peligrosas, como el miedo y la ira. Promueven la creación de
conocimientos partidistas y generan la polarización social más beligerante.
«Son un riesgo evidente para la convivencia democrática entre adversarios y
están en el origen de decisiones que pueden llegar a ser irremediables».
¿Por qué
funcionan las fake news? Una de las razones es la
proliferación de una tecnología creada con el objetivo de manipularnos. Los
algoritmos opacos de redes sociales como Facebook y de buscadores como Google
se dedican a extraer datos de sus usuarios para crear patrones de
comportamiento que les permitan ‘vendernos’ cosas… Y entre esas cosas están las
ideas. Es un caldo de cultivo excepcional. Marc Argemí, investigador de las
redes sociales y autor de Los 7 hábitos de la gente desinformada (Conecta),
propone que los humanos tenemos cierta tendencia a caer en la desinformación o
a vivir en la inopia, sea por vagancia o por supervivencia. Preferimos no saber
demasiado o reforzar nuestras propias creencias a asomarnos al abismo de una
realidad compleja o admitir que estamos equivocados.
Pero hay ciertos
mecanismos de nuestro cerebro que favorecen las fake news, mucho antes de
que ese término y las redes sociales existiesen. Vilarroya desgrana tres
factores: una situación desconcertante que nos genera angustia, la
predisposición a aceptar teorías
‘conspiranoicas’ y
la inmersión en un estado mental conocido como ‘burbuja narrativa’. Cualquiera
de ellos es peligroso; la combinación de los tres, altamente desestabilizadora.
Veamos por qué.
EL MAL DE CAPGRAS: UNA EXPLICACIÓN PARA
APLACAR LA ANGUSTIA
Jean Marie Capgras publicó en
1926 la descripción clínica de un extraño cuadro psiquiátrico cuyos síntomas se
conocían desde hacía siglos, aunque nadie los había considerado como un
trastorno específico. Desde entonces se conoce como delirio
de Capgras. Cursa
así: el paciente está persuadido de que alguien de su entorno ha sido
suplantado por un impostor. El paciente puede decir algo como: «Mire, doctora,
esa persona se parece mucho a mi madre, habla como mi madre, pero no es mi
madre».
Hace unos años
se descubrió que en estos pacientes existe un deficiente funcionamiento de una
estructura cerebral evolutivamente muy antigua, la amígdala. Esta nos advierte
de un posible peligro o, al contrario, de una situación familiar, incluso antes
de que sepamos lo que ocurre. Tener un sistema de alarma tan rápido nos ha
beneficiado adaptativamente, aunque también pagamos un precio por ello. La
amígdala es muy rápida pero muy imprecisa. Provoca muchas falsas alarmas»,
explica Vilarroya.
Cuando un
individuo normal mira a su madre, la amígdala le envía una señal de
familiaridad al resto del cerebro. Sin embargo, cuando un paciente con este
delirio mira a su madre, la amígdala no envía ninguna señal, ni de alerta ni de
confianza. El paciente reconoce a su madre físicamente, pero no experimenta la
sensación de confianza y familiaridad que debería enviarle la amígdala.
Entonces se dice
a sí mismo: «Esta persona parece ser mi madre, se comporta como mi madre, pero
no la siento como mi madre». Y como sea que el paciente experimenta un impulso
irrefrenable para explicarse lo que ocurre, se cuenta a sí mismo un cuento
razonable, verosímil y efectivo. Si estoy delante de alguien que parece mi
madre, pero que no siento como si fuese ella, entonces se trata de una
impostora. Así de simple. «El delirio es la manera que permite a los pacientes
dar sentido a su experiencia. Una respuesta narrativa a una angustia
inexplicable», resume el autor.
EL ATENTADO DE SANDY HOOK: LA PREDISPOSICIÓN
CONSPIRATIVA
El 14 de diciembre de 2012,
un joven veinteañero, Adam Lanza, entró en la escuela primaria de Sandy Hook,
en Newtown (Estados Unidos) y acribilló a veinte niños y a seis empleados antes
de suicidarse. Pocos días después de la masacre, un hombre se presentó en la
ciudad y grabó un vídeo donde declaraba que todo había sido un montaje por
parte de un grupo cuya misión era eliminar el derecho a llevar armas. Una
semana más tarde, James Tracy, un profesor universitario, escribió en un blog
sus dudas sobre la matanza, argumentando que los niños no son un blanco fácil
para un tirador. En pocos días había recibido más de diez millones de visitas.
Otros vídeos siguieron por este camino incluyendo preguntas como: «¿Por qué no
se ven helicópteros de emergencias en las primeras imágenes del tiroteo?».
El principal
instigador de la difusión de estos mensajes que negaban que los niños hubiesen
muerto fue Alex Jones, a través del sitio Infowars, adepto a las
conspiraciones. Jones llegó a insultar a los padres de las víctimas y a
llamarlos mentirosos patológicos. El relato de que la masacre era un montaje se
fue propagando hasta cruzar los límites de la decencia. Algunos padres fueron
increpados por la calle y recibieron amenazas de muerte. Varias de las familias
tuvieron que mudarse.
Es más fácil creer en
conspiraciones cuando se tiene poco control sobre la propia vida o se tiende a
pensar en un mundo poblado por héroes y villanos
La creencia en
conspiraciones es muy antigua, y está arraigada en la psique del ser humano,
pero hay rasgos de personalidad que la potencian. Uno es la percepción de falta
de control sobre la propia vida y que también lleva a la depresión, al estrés y
a los trastornos de ansiedad. Otro es la tendencia al pensamiento mágico, es
decir, a aceptar causas sobrenaturales en las explicaciones. El último es el
pensamiento épico, que abusa del melodrama, la exageración y la construcción de
un mundo imaginario basado en la lucha entre las fuerzas del bien y del mal, y
poblado de héroes y villanos.
EL CASO DE LAS BRUJAS DE SALEM: LAS
BURBUJAS NARRATIVAS
En 1692 se produjeron en el
pequeño pueblo de Salem (hoy en día llamado Danvers, en Massachusetts, Estados
Unidos) una serie de sucesos que se encuadran dentro de una categoría conocida
como burbujas narrativas o cámaras de eco. «Estos fenómenos acontecen en unas
circunstancias especiales en las que un grupo de personas se convencen, en muy
poco tiempo, de un conjunto de relatos que dan una visión completa, excluyente
y militante sobre algo que les ocurre o que sucede en su entorno, y que les
lleva a realizar acciones colectivas extraordinarias para imponer ese relato»,
describe Vilarroya.
En Salem, los
miembros de la comunidad se convencieron de que estaban viviendo un ataque
despiadado del diablo, a través de sus servidores terrenales, las brujas. Y que
se manifestaba con la posesión diabólica de las personas más inocentes de la
comunidad, las niñas. La solución requería el sacrificio de los culpables
terrenales.
Los hechos se
iniciaron cuando Betty Parris, de nueve años, empezó de un día para otro a
comportarse de manera extraña y preocupante. Corría sin sentido por su casa, se
contorsionaba, chillaba, profería gritos… Poco después, una prima y una amiga
de Betty, de once años, empezaron a mostrar el mismo cuadro. A los pocos días,
se añadieron otras niñas de Salem. Las autoridades concluyeron que habían sido
víctimas de actos de brujería. La histeria
colectiva se desató.
Se interrogó a las niñas con
el fin de que denunciaran a las personas que las habían sometido a actos de
brujería. Y las niñas respondieron. Las primeras acusaciones cayeron sobre tres
blancos fáciles: una esclava, una mendiga y una mujer que no asistía a los
servicios religiosos. Las tres fueron arrestadas de inmediato. Pero no serían
las únicas.
“Cualquier relato
potente y atractivo puede convertirse en burbuja narrativa. Y todos los humanos
somos susceptibles de convertirnos en seguidores de ella”
A medida que el
grupo de niñas supuestamente poseídas crecía, también se incrementaban las
acusaciones. Al principio, las personas a las que las niñas denunciaban
pertenecían a estamentos desprotegidos de la comunidad: mujeres solteras,
viudas o pobres. Sin embargo, a las pocas semanas empezaron a acusar incluso a
figuras respetadas de la comunidad. En total, las autoridades detuvieron a 141
personas. Los juicios duraron de junio a septiembre de 1692.
Hubo 19 personas
condenadas a muerte, que fueron colgadas en la horca, y otras tres murieron a
consecuencia de las torturas a las que fueron sometidas.
En octubre, casi
tan rápidamente como había empezado, la histeria colectiva desapareció. La
acusación a personalidades destacadas convenció al gobernador de que todos
habían perdido el norte y decidió acabar con los juicios.
En mayo de 1693
otorgó el indulto a quienes todavía estaban en prisión. Unos meses más tarde,
los jueces y los miembros de los jurados pidieron públicamente perdón a las
víctimas.
Pocos
acontecimientos en la historia de Estados Unidos han dejado tan perplejos a
historiadores, juristas y psicólogos como los juicios de las brujas de Salem.
No obstante, y a pesar de las diferencias entre los estudiosos, hay varias
características que todos consideran relevantes. «En primer lugar, la comunidad
estaba formada por puritanos, un grupo de protestantes ingleses que creían que
el ser humano es pecaminoso y egoísta, con un sistema moral y comunitario
sofocante. Cualquier relato potente y atractivo es candidato a convertirse en
una burbuja narrativa en el momento y el lugar adecuados, y todos los humanos
somos susceptibles de convertirnos en seguidores de ella», advierte Vilarroya.
LA CLAVE PARA QUE SE EXPANDAN: EFICACIA Y
OPORTUNIDAD
Las burbujas se generan
alrededor de un relato, el cual corresponde a un hecho, un objetivo o una
creencia, como puede ser «el diablo corrompe nuestras almas», «el final de la
civilización está cerca», «la raza blanca está en peligro»… «Es cierto que,
para la gran mayoría de la población, el contenido de este sistema narrativo
puede parecer estrafalario, inverosímil y hasta ridículo, pero los psicólogos
han demostrado que los humanos somos unos animales narrativos
muy crédulos, capaces de tragarnos, en las circunstancias
adecuadas, cualquier bulo, con la condición de que sea eficaz. Y las burbujas
narrativas viven de esta credulidad. Al margen de su veracidad. Porque las
personas que sostienen una burbuja narrativa creen honestamente que los relatos
que la definen son veraces, y su objetivo es imponer esa ‘verdad’, aunque la
veracidad de esta sea irrelevante».
La segunda causa
del éxito de una burbuja es su oportunidad. En el caso de Salem, los
historiadores creen que esta ciudad vivía una situación especial. Unos años
antes de que se desatase la histeria, en 1688, la comunidad había elegido a un
nuevo pastor, Samuel Parris, aunque con gran oposición por parte de algunos
feligreses que intentaron expulsarlo. Parris reaccionó llenando sus sermones de
referencias al diablo y a la división que podía provocar. Cuanto más lo
atacaban, con más vehemencia se refería al diablo. En febrero de 1692, algunos
miembros de la comunidad dejaron de abonar las tasas con las que se pagaba su
sueldo. ¿Y qué sucedió entonces? Una niña empezó a presentar un cuadro de
posesión diabólica. Curiosamente, la niña era la hija de Samuel Parris.
A mí
no me la cuelan, hasta que…
Una burbuja
narrativa por la que hemos pasado casi todos y que pocos admitirían como tal es
la del enamoramiento. Cuando nos enamoramos se produce en nuestro cuerpo una
cascada de fenómenos psíquicos y biológicos que cambian radicalmente nuestra
manera de percibir la realidad; lo vemos todo de «color de rosa». Y es ahí
donde nace este relato tan potente, basado en una de las motivaciones más
intensas que puede sentir un ser humano: el deseo sexual y afectivo. «Lo cierto
es que, sin apenas conocer a la persona amada, nos convencemos de que es ideal
para nosotros y aprovechamos cualquier pequeña coincidencia para confirmar la
idea de que eso es así», señala Vilarroya”.
Tomado de XLSemanal, España.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario