DEFENDER LA LIBERTAD,
ENFRENTARSE AL TIRANO
Madrid, 1 de noviembre 2020
Por Jesús Cacho
“Más que nunca parece imprescindible un pacto de Estado capaz de
abordar el desafío que para la salud y la economía de los españoles supone esta
pandemia, un gran pacto en el que deberían confluir los cuatro grandes partidos
con representación parlamentaria.”
“Hoy
necesitamos un humanismo militante que haya aprendido que el principio de
libertad y tolerancia no debe ser aprovechado por un fanatismo escandaloso; que
ese humanismo militante tiene el derecho y el deber de defenderse. El
pensamiento de Europa está íntimamente ligado a la idea humanista. Pero Europa
solo existirá si ese humanismo descubre su virilidad, si aprende a armarse y
actúa sabiendo que la libertad no puede ser un salvoconducto para quienes
pretenden destruirla”.
Alain
Finkielkraut citaba este hermoso
párrafo, escrito por Thomas
Mann un ya lejano 1936, año de enorme resonancia en la
memoria colectiva española, en una entrevista aparecida este viernes en Le Figaro. El intelectual
galo desgranaba el torrente de pasiones desatadas en Francia por el último atentado terrorista perpetrado en Niza,
ocurrido casi a renglón seguido de que otro islamista checheno rebanara la cabeza de un profesor
de instituto por haber mostrado a sus alumnos unas caricaturas de Mahoma. “No importa que exaltemos nuestra buena voluntad y nos
opongamos a toda forma de discriminación: el enemigo está ahí y no nos perdona
ser lo que somos”.
La ciudadanía, descreída y
abochornada por la ineficacia de unos dirigentes incapaces de aprender la
lección de la primera oleada y obrar en consecuencia, abandona París dispuesta
a cuidarse por su cuenta sin renunciar a derechos y libertades esenciales.
También España
se enfrenta a una doble contienda. Contra el virus de la covid,
por supuesto, y contra los enemigos internos que intentan aprovechar el miedo
colectivo, el pánico de los casi
60.000 muertos por la pandemia, para desmontar el andamiaje de
nuestras libertades y conducir el país hacia algo parecido a una dictadura.
No se han contemplado en
Madrid escenas similares a las registradas en la capital francesa. La española es una sociedad anestesiada.
Resignada con el fatal determinismo de nuestra historia a soportar en silencio
las humillaciones de la elite gobernante. Apenas unos meses después de que el
galán de Moncloa apareciera ufano ante las cámaras para proclamar que habíamos "vencido al virus”,
los españoles nos
encontramos en puertas de un nuevo encierro obligado por
el rebrote virulento de un virus imposible de controlar por los métodos
convencionales, un confinamiento similar al de marzo, pero peor que en marzo
porque nos coge descreídos y escarmentados.
Esta nueva derrota colectiva
camina del brazo de otra aún más dolorosa, más profunda, cual es la de hurtar
al Parlamento la obligada tarea de control de la acción del Ejecutivo durante
seis largos meses. Nada menos que 194 diputados, representantes todos de la
soberanía nacional, aceptaron el jueves hacerse el harakiri y cerrar el
Congreso hasta el 9 de mayo.
“Aquellos
que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad
temporal, no merecen libertad ni seguridad” (Benjamin
Franklin).
El virus que en marzo paró
la economía ha terminado dañando también el principio de legalidad y poniendo
nuestra democracia contra las cuerdas. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El 4 de
julio, tras presumir de haber derrotado al virus, Sánchez animaba a los
españoles a “no dejarse atenazar por el miedo” y “salir a la calle, porque hay
que recuperar la economía”, sin dejarse vencer por el miedo a los rebrotes. Y
dicho esto se fue de vacaciones varias semanas, dejando en el limbo de los
justos la promesa de trabajar en los cambios legales necesarios para no tener
que depender de la declaración del estado de
alarma, tan complicado a la hora de
lograr los apoyos necesarios, en caso de regreso de la pandemia.
Es cierto que esta segunda
oleada ha desbordado las previsiones de todos los gobiernos europeos. Todos se
baten a la defensiva. Pero en Francia Macron da la cara ante los franceses y se
explica. Quiere ser honesto y hasta lo parece.
Nuestro Pedrito Sánchez, por el
contrario, se esconde. Desde que la nube de los rebrotes fuera ganando volumen
hasta componer la imagen de un cumulonimbus capaz
de descargar nueva atroz tormenta, su estrategia no ha sido otra que la de
tratar de eludir su responsabilidad para endiñársela a otros, básicamente a los
presidentes de las comunidades autónomas, y hacerlo, además, con un descaro
rayano en lo delictuoso.
“El contraste es que si el
primer estado de alarma se utilizó para concentrar todo el poder en Sánchez, lo
que pretende con este segundo es quitarse de en medio, esconderse tras la pantalla
de las CCAA y soltar un paquete que es un saco lleno de explosivos”,
indicaba Ignacio
Varela en Onda
Cero.
Macron ha confinado Francia
durante un mes ante “el temor a las 400.000 nuevas muertes que podrían
producirse en esta segunda oleada de la pandemia” (Le Figaro). ¿Cuántas muertes de españoles,
quizá 200.000, 300.000 tal vez, serán necesarias para que este aprendiz de
autócrata se sienta concernido a la hora de asumir la responsabilidad que le
compete como presidente del Gobierno? Si la vida de los españoles es cosa de
los presidentes autonómicos, ¿para qué necesitamos un Gobierno?
Envite tan descomunal ha
venido a poner en evidencia la incapacidad gerencial del dúo que nos gobierna,
además del vacío moral del descuidero que en mayo de 2018 se apoderó del poder
con la ayuda de los enemigos internos de la nación. Desde entonces todo gira en
torno a la idea elemental de que nada ni nadie venga a lesionar su enfermizo
afán de poder, a frustrar su voluntad de desmontar el edificio constitucional
para sustituirlo por una República Federal de Cartagenas Varias, muy al gusto
peronista y bolivariano de Pedro & Pablo.
Todo en Sánchez gira en
clave de poder personal. El proyecto de PGE para 2021, por ejemplo, o la
voluntad expresa de gastar (España no tiene capacidad para afrontar el pago de
la deuda que este Gobierno está contrayendo, de modo que, con o sin ayudas
europeas, nos
encaminamos hacia una inevitable crisis de deuda) como si no
hubiera un mañana con la finalidad no de elaborar unas cuentas públicas
convenientes para la nación en estos tiempos de zozobra, sino de asegurar el
futuro del proyecto de poder del ecosistema Pedro & Pablo.
Se acerca un invierno
dramático tanto en lo sanitario como en lo económico. También en lo que al
orden público se refiere, que es tanto como aludir a la paz social y la
convivencia entre españoles. Las revueltas
callejeras, acompañadas en algunos casos de saqueos, ocurridas
la noche del viernes al sábado en Barcelona, Burgos, Bilbao y Santander parecen
la avanzadilla de acontecimientos de enorme gravedad que podrían ocurrir en los
próximos meses. ¿Cosa de “terraplanistas enloquecidos"?
Vienen tiempos duros,
aumentados por la amenaza de ese nuevo confinamiento domiciliario y el final de
los ERTE. “Me estoy planteando cerrar el bar que regento con mi mujer en la
Barceloneta”, escribe un lector de Vozpópuli, “y
no sabemos lo que vamos a hacer. Nuestro modo de vida está en peligro, y es
jodido morirse por el virus, sí, pero también lo es no tener qué dar de comer a
los críos. Rechazo la violencia, pero cuando la gente no tiene nada que perder
no le puedes pedir que se quede en casa cruzada de brazos”.
Más que nunca parece
imprescindible un pacto de Estado capaz de abordar el desafío que para la salud y la economía de los españoles supone
esta pandemia, un gran pacto en el que deberían confluir los cuatro grandes
partidos con representación parlamentaria, juntas “izquierdas” y “derechas”
dispuestas a evitar la procesión de muerte y quiebras económicas que se
avecina. Pero esa necesidad elemental choca con la perfidia de un personaje
empeñado en dividir nuestra sociedad en dos grandes bloques en apariencia
irreconciliables, divide
et impera, incapaces de sentarse frente a frente para llegar a
acuerdos en situaciones límite como la actual. Nada que hacer con Pedro Sánchez
en la presidencia del Gobierno. Él es la cabeza de la hidra, el jefe de la
banda que denunció Rivera,
el líder de ese movimiento disruptivo que aspira a reducir a cenizas la España
que hemos conocido en los últimos 40 años. El cerebro de los enemigos internos
de la nación.
Voluntad de defenderse
Oponerse tanto a los enemigos externos, como a los internos. “El declive del valor puede ser el rasgo más
sorprendente que un observador externo advertiría hoy en Occidente. El mundo
occidental ha perdido su coraje cívico, tanto en conjunto como por separado, en
cada país, cada gobierno, cada partido político (…) Este declive es
particularmente notable entre el grupo dirigente y la elite intelectual,
traspasando esa impresión de pérdida de coraje a toda la sociedad. ¿Debería uno
recordar que desde la antigüedad la pérdida del valor se ha considerado el
principio del fin?”.
El párrafo pertenece al
discurso pronunciado en Harvard en 1978, el año de nuestra Constitución,
por Alexander
Solzhenitsyn, apenas cuatro años después de haber huido de la
Unión Soviética. Pérdida de valor entendida como la ausencia de la voluntad y
la capacidad intelectual de defenderse, no tanto contra los ejércitos
extranjeros, sino contra esa quinta columna decidida a demoler todo lo que
Occidente solía defender.
“La población se ha
sometido, en 24 horas, a una ley de emergencia que pretende superar una
epidemia. ¿Sería posible desencadenar la misma contundencia contra los que
quieren decapitar a Francia? A estas preguntas que legítimamente atraviesan la
opinión pública, el Ejecutivo debe responder sin temblar. El procedimiento
arbitrario y meticuloso reservado a los más dóciles es característico de los
Estados débiles”. Es parte del editorial que ayer sábado publicaba el diario
francés Le Figaro. El drama de España es que sus enemigos
internos se han apoderado de las instituciones del Estado y se han hecho
fuertes en él. Con el apoyo de 194 diputados. ¿Demasiado tarde
para cualquier cosa?
Tomado de diario VOZPÓPULI, España.
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