ROY COHN, EL ABOGADO QUE
ENSEÑÓ A TRUMP (CASI) TODO LO QUE SABE
Madrid, 2de noviembre 2020
Por Silvia Font
“Nunca te defiendas, contraataca; jamás te disculpes;
cualquier publicidad, por mala que sea, es buena. Estas son algunas de las
lecciones que Roy Cohn, uno de los abogados más poderosos y mejor conectados de
Nueva York, dio a Trump, que lo llama «mi mentor»”
Donald Trump y su juego sucio en el golf
Una noche de 1973, un joven Donald Trump que
aún no ha cumplido los 30, visualiza en Le Club, un local nocturno solo para
socios frecuentado por modelos y otros rostros conocidos de la noche
neoyorquina, al abogado Roy Cohn y decide acercarse. El Gobierno acaba de
demandar a la promotora inmobiliaria fundada por su padre, Fred, acusándoles de
discriminación contra personas de color en los procesos de selección de
inquilinos. Tras las negativas de otros abogados que no veían muchas
posibilidades al caso, Trump pidió consejo a Cohn. «Diles que se vayan al
infierno, pelea el caso en los tribunales y que demuestren que habéis
discriminado».
El ya en ese
momento conocido abogado se hizo cargo del caso de los Trump y llegó a interponer
una contrademanda por 100 millones de dólares al propio Gobierno por
difamación. Fue desestimada y, tras dos años de litigio, los Trump firmaron un
acuerdo comprometiéndose a prevenir situaciones discriminatorias en el futuro
-que, por supuesto, no cumplieron y les valieron nuevas denuncias-, pero nunca
aceptaron culpabilidad alguna. Donald Trump siempre lo vendió como una victoria
frente al Gobierno.
Cohn pasó a
convertirse en el abogado y consejero de máxima confianza del joven empresario
aspirante a magnate de la capital, en los negocios y en lo personal -fue quien
supervisó su acuerdo prematrimonial con su primera mujer, Ivana, en el que se
compromete a devolver todos los regalos que le haya hecho Donald en caso de
separación-. Trump, ávido de dar el salto a la Gran Manzana, aprendió una
importante lección que se convertiría en parte de su ADN como empresario y
político: si te atacan, contraataca con más fuerza a tu adversario. «Cohn es mi
mentor», reconocería al periodista Ken Auletta.
La
mano derecha de ‘la caza de brujas’
En 1977, Roy Cohn ya tenía
una maquiavélica reputación tras haber llevado al matrimonio Rosenberg a la
silla eléctrica por un caso de espionaje industrial con Rusia, cuando era
asistente del fiscal del Estado y se convirtió en la mano derecha del senador
Joseph McCarthy, el instigador de ‘la caza de brujas’ anticomunista. Pese a que
McCarthy caería en desgracia más adelante, Cohn, que nunca se arrepintió de su
cruzada anticomunista, supo reinventarse a sí mismo y reapareció por todo lo
alto décadas más tarde.
Pronto alcanzó
rango de celebrity.
Su activa vida social y salidas nocturnas por los locales más selectos de la
capital le sirvieron para cultivar sus conexiones, ejercer de fixer entre
personajes de poder, engrosar su cartera de clientes y alimentar las columnas
de cotilleo filtrando alguna información más o menos verídica a sus amigos
cronistas de sociedad. Tampoco en la sala de un juzgado le importará alterar la
realidad e inventarse hechos, acorralar a sus oponentes hasta el acoso o tirar
de influencias; cualquier cosa que fuera necesaria para ganar.
El juzgado era
para él un campo de batalla a vida o muerte contra sus adversarios. Poseía
grandes dotes de oratoria, podía hacer sus exposiciones durante horas sin mirar
ni una nota. El Colegio de Abogados acabaría retirándole la licencia estando ya
enfermo y tras varios juicios acusándole, entre otros cargos, de violación de
leyes bancarias, evasión fiscal, soborno, conspiración, extorsión y chantaje
para ayudar a uno u otro cliente. Y, por supuesto, de beneficiarse en último
lugar. Nada de ello parecía hacerle mella. De hecho, se jactaba de no cumplir con
sus contribuciones fiscales: «¡Todos evadimos impuestos! Algunos más que otros,
sí, pero no me culpes a mí por tu falta de conocimiento». La conclusión era
clara: «La mala publicidad es mejor que la no publicidad». Roy Cohn disfrutaba
estando en el foco de las cámaras.
Lo cierto es que
siempre estuvo acostumbrado a estar rodeado de gente con poder. Hijo único en
una familia más que acomodada de Nueva York, de niño disfrutaba de las
conversaciones sobre los casos de su padre Al, que llegaría a ser juez de la
Corte Suprema del estado de Nueva York. Sus padres insistían en que Roy les
acompañase a todos sus actos sociales y él aprendió desde muy joven que los
favores son una valiosa moneda de cambio.
En
la senda de la política
Para Nicholas von Hoffman,
autor de la biografía no autorizada Citizen Cohn, «la figura de
Roy es una radiografía de cómo funcionan los estamentos de poder en América».
Su nutrida red de contactos era una de las claves de su poder. «No quiero saber
cuál es la ley, quiero saber quién es el juez» es una de sus frases más
conocidas.
Su cartera de
clientes no entendía de colores. Un día podía estar en una cena solidaria
recaudando para el Partido Demócrata y otro apoyando una precampaña
republicana.
Cohn fue quien
puso en contacto a Trump con Roger Stone, que acabaría siendo un asesor
determinante en su carrera política. En 1979, Roger Stone, conocido en los
círculos políticos por haber sido el más joven de los implicados en el caso
Watergate, acababa de ser designado para llevar la campaña presidencial de
Ronald Reagan en el área de Nueva York y necesitaba un espacio para sus
oficinas. Cohn medió para que Trump atendiese a Stone y ya se mostró muy
interesado en los mecanismos de la campaña de Reagan. Por aquellos años, Trump
ya empleaba su discurso de la Great America que está
siendo destruida por las malas decisiones económicas de sus dirigentes. Y de la
que años más tarde se erigiría ‘salvador’.
Tras la llegada
de Reagan a la Casa Banca, Stone montó su propia firma de consultoría y lobby políticos.
Trump fue uno de sus primeros clientes. Para muchos cronistas, Roger Stone creó
la figura política de Trump. Estuvo a su lado en la campaña previa a las
elecciones de 2016 hasta que Trump lo despidió por «utilizar la campaña para su
propia promoción personal» y, en la actualidad, es una figura clave en la
investigación del hackeo ruso de las
elecciones.
El
duro tramo final
Roy Cohn en su vida privada
era un dechado de contradicciones; hacía discursos antisemitas a pesar de ser
judío o no dudaba en rechazar en público la homosexualidad mientras disfrutaba
del sexo con hombres. Siempre soltero y sin hijos, su fama de promiscuo lo
acompañaría hasta sus últimos días mientras luchaba contra el sida. Pese a
negar hasta el último día su atracción por los hombres y su enfermedad
intentando hacer creer que padecía cáncer de hígado, la verdad era un secreto a
voces. De hecho, poco después de su muerte, Tony Kushner lo incluyó como
personaje en su multipremiada obra teatral Ángeles en América,
interpretado por Al Pacino en la versión televisiva.
Aunque pretendiera vender que su cáncer había remitido por
completo, en el verano de 1984 Cohn comenzó a trabajar en sus memorias.
Aseguraba que «sin importar lo bueno o malo que hubiera hecho en la vida,
siempre se lo recordaría por ser la mano derecha del senador McCarthy». Ni
siquiera él pudo imaginar que, décadas más tarde, sería su amigo y pupilo
Donald Trump quien mantendría vivo su legado al llegar a la Casa Blanca
empleando muchas de las lecciones de su mentorY aunque hubo un tiempo, en los
peores momentos de su enfermedad, en los que Cohn se sintió abandonado por
Trump, este acudió a su funeral en agosto de 1986 y, cuando ganó las elecciones
de 2016, le dijo a Stone: «¿No le encantaría a Roy ver este momento? ¡Cómo lo
echamos de menos!».
Tomado de diario XLSemanal, España.
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