viernes, 24 de mayo de 2019

ORIGEN DE LAS PENAS VII - FINAL


Texto de Cesare Beccaria Bonesana
Obra: DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS
Introducción y nota al pie por Abg. Rafael Medina Villalonga
Sirve esta nota para continuar difundiendo el conocimiento y la sabiduría encerrados en las páginas de la maravillosa obra de Cesare Beccaria Bonesana. Si nuestros legisladores y nuestros jueces leyeran, o mejor: estudiaran y comprendieran el significado y alcance de los principios y conceptos vertidos en ella – hace más de 250 años - se abrirían las puertas a la seguridad jurídica, a la justicia, reina de todas las virtudes como la calificó Simón Bolívar, a la paz social, a la democracia y al bien común que tanto anhelamos los venezolanos en esta hora menguada que vive nuestra sociedad toda.

Sólo falta la seriedad que dimana de la madurez. Que a quienes les ha tocado dirigir los destinos de la nación venezolana en estos días aciagos, lleguen a comprender la gravedad de la responsabilidad que les ha tocado en suerte y dejen de actuar como niños a quienes se compra su voluntad con unos caramelos, aunque esos caramelos sean miles o millones de dólares, con los que los tientan los malhechores que han corrompido todos los estratos de nuestra sociedad.

Ciudadanos dirigentes, la Providencia los ha encargado de velar por el bienestar de la gran mayoría de sus conciudadanos inocentes, ingenuos, que no tienen las herramientas del conocimiento y la sabiduría para proveer a sus propios intereses por ellos mismos. Vuestra responsabilidad, vuestra tarea, en estas horas oscuras es razonar y actuar como el adulto para ejercer la responsabilidad de dirigir los destinos de nuestra nación como un “Buen Padre de Familia”.

Hay que acabar con la “viveza criolla”, con la coima, la matraca, el pónganme donde “Haiga”, el “cuanto hay pa’ eso”. Es la hora de la seriedad, del esfuerzo creador, de la remuneración justa por un trabajo bien hecho, del premio al mérito y del castigo al desmedro, al estropicio, a la mala conducta y a la violación a las leyes, a la moral y a las buenas costumbres. ¡Basta de padrinazgos para acceder a un cargo en la cosa pública!

Con el permiso del maestro Rómulo Gallegos, parafraseamos la frase última de su inolvidable “Doña Bárbara”:
¡Tierra venezolana, propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera!

He aquí el séptimo y último segmento de este tópico, espero que les aproveche:

VII
OSCURIDAD DE LAS LEYES
Si la interpretación de las leyes es un mal, es evidentemente otro mal la oscuridad que arrastra consigo necesariamente la interpretación, y lo será muy grande si las leyes están escritas en una lengua extraña el pueblo, que lo sitúe bajo la dependencia de unos pocos, no pudiendo juzgar por sí mismo cuál puede ser la suerte de su libertad o de sus miembros; en una lengua que haga de un libre solemne y público otro casi privado y doméstico. Cuanto mayor sea el número de los que entiendan y tengan entre las manos el sagrado código de las leyes, tanto menos frecuentes serán los delitos, porque no hay duda de que la ignorancia y la incertidumbre de las penas favorecen la elocuencia de las pasiones. ¿Qué deberemos pensar de los hombres si reflexionamos que esta es la costumbre inveterada de buena parte de la culta e ilustrada Europa?

Una consecuencia de esta última reflexión es que sin la escritura una sociedad no alcanzará nunca una forma estable de gobierno, en que la fuerza sea un efecto del todo y no de las partes, y en que las leyes, solo alterables por la voluntad general, no se corrompan al pasar por la multitud de los intereses privados. La experiencia y la razón nos han hecho comprender que la probabilidad y la certeza de las tradiciones humanas disminuyen a medida que se alejan de su fuente. Si no existiera un momento estable del pacto social ¿cómo resistirían las leyes a la fuerza inevitable del tiempo y de las pasiones?

De ahí vemos cuan útil es la imprenta, que hace al público, y no solo a unos pocos, depositarios de las santas leyes, y cuánto han disipado ella el espíritu tenebroso de cábala y de intrigas que va desapareciendo ante las luces y las ciencias, aparentemente despreciadas, pero realmente temidas por los seguidores de tal espíritu. Esta es la causa por la que vemos disminuir en Europa la atrocidad de los delitos, que hacían gemir a nuestros antepasados, los cuales se convertían según las circunstancias en tiranos o en esclavos. Quien conozca la historia de hace dos o tres siglos y la nuestra podrá ver cómo del seno del lujo y de la blandura nacieron las más dulces virtudes, la humanidad, la beneficencia, la tolerancia de los errores humanos. Ver á cuáles fueron los efectos de la que equivocadamente se llama antigua sencillez y buena fe: la humanidad gimiente bajo la implacable superstición; la varicia; la ambición de unos pocos tiñendo de sangre humana las arcas del oro y los tronos de los reyes; los ministros de la verdad evangélica manchando de sangre las manos que cada día tocaban al Dios de la mansedumbre; todo esto es obra de este siglo ilustrado, que algunos llaman corrompido.

Nota: Esta obra fue publicada por primera vez en 1764, en Livorno, Italia. Quien reproduce este fragmento no ha agregado ni intervenido o modificado su redacción en cuanto a sintaxis u ortografía. La traducción es de FRANCISCO TOMÁS Y VALIENTE, catedrático de la Universidad de Salamanca, España. Es edición española de “aguilar s a de ediciones” 1969; primera edición-cuarta reimpresión- 1982. Págs. 71 – 81.

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