De Aquiles
Nazoa
Creo en Pablo
Picasso, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en Charlie
Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones, que fue crucificado, muerto y
sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón de los
hombres; creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de
la vida perdurable; creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos
cristales; creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con
su rueda maravillosa; creo en la cualidad aérea del ser humano configurada en
el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose como una purísima paloma herida bajo
el cielo del Mediterráneo; creo en las monedas de chocolate que atesoro
secretamente debajo de la almohada de mi niñez; creo en la fábula de Orfeo;
creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de mi angustia, vi el
conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y radiante a la dulce Eurídice
del infierno de mi alma; creo en Rainer Maria Rilke, héroe de la lucha del
hombre por la belleza, que sacrificó su vida al acto de cortar una rosa para
una mujer; creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia;
creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar, creo en un barco esbelto
y distantísimo que salió hace un siglo al encuentro de la aurora; su capitán
Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles y junto sus sienes un
resplandor de estrellas; creo en el perro de Ulises; en el gato
risueño de Alicia en el País de las Maravillas, en el loro de Robinson Crusoe,
en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta, en Baralfiro, caballo
de Rolando y en las abejas que labraron su colmena dentro del corazón de Martín
Tinajero; creo en la amistad como el invento más bello del hombre; creo en los
poderes creadores del pueblo; creo en la poesía y en fin, creo en mí mismo,
puesto que sé que hay alguien que me ama.
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