CATALUÑA ESTÁ PERDIDA
Madrid, 12 de octubre 2020
Por Miquel
Giménez
“Intentan esconderlo hablando de Madrid. Pero lo que está sucediendo en Cataluña es irremediable”
La vieja estrategia de tapar un grito con otro más fuerte. Todo gira alrededor de Madrid, de Ayuso, de Almeida, de Vox. No caigan en esa burda trampa. Lo que está pasando en Navarra, en las Vascongadas y ya no digamos en Cataluña es mucho más grave. No tan solo en términos de pandemia o económicos, que también, sino en lo referente a la política y a la desintegración del poco Estado que quedaba presente en dichas autonomías.
Centrándonos en mi tierra, los contagios se están disparando de tal modo que se habla de un confinamiento a la madrileña en dos semanas. La inacción torpe e ignorante del Govern se suma a los podemitas de Colau en Barcelona o a la socialista Nuria Marín en Hospitalet. Tremenda desgracia, porque aquí no hay contrapesos al Gobierno de Sánchez y sus comités de científicos inexistentes. Aquí, a la desidia procesista de la Generalitat, que no ve nada más que la contumacia en proseguir publicitando la independencia, deben ustedes añadir la negligencia de la izquierda colauita y pesecera, que solo es capaz de pintarrajear el asfalto barcelonés con unos misteriosos signos que recuerdan más a los extravagantes dibujos psicodélicos de las checas que a cualquier indicación de tránsito.
En Cataluña se vive al margen de la ley y del sentido común hace
demasiados años. No es novedad que pueda suceder cualquier barbaridad, que se
cometan los más variados atropellos o que se vulneren las garantías de personas
e ideas. A los que les indigna que Iglesias lleve una mascarilla republicana y no se digne a devolverle el
saludo al Rey les recuerdo que, desde que empezó este tenebroso
asunto del proceso, no hay presidente de la Generalitat que atienda y reciba a
su majestad, que Pujol
ya no acudía al desfile del doce de octubre, que la antigua
Convergencia se negaba a participar en negociaciones de tipo autonómico,
buscando siempre el chantajismo caciquil que se pretende ocultar bajo el
concepto de bilateralidad.
Ya lo ven, aquí estamos mucho más perdidos que ustedes, que me
leen desde cualquier otro punto de la nación. En las Vascongadas, al menos, los
separatistas de traje, corbata, misa diaria y sonrisita con los muchachos
atolondrados portadores de una nueve milímetros, han hecho crecer la economía;
en Cataluña, sus émulos la han hundido sin esperanza. Peor, han hundido la convivencia, han
degradado las instituciones, han sepultado el Seny catalán, han
dividido la sociedad en dos bloques sin posibilidad de soldadura, han
secuestrado medios públicos, fiestas que deberían ser de todos, policías que
deberían estar para que se cumpla la ley y no las órdenes de tal o cual
político, en fin, lo han destruido todo, borrachos de soberbia y egoísmo
racista.
Porque, si les quitas el discurso victimista, lo que queda en pie es la extrema
derecha pura y dura, basada en la exclusión de todo aquel que
no piense como ellos. Es esta Cataluña en la que se cuelgan en los puentes de
las autopistas efigies de políticos constitucionalistas, del rey incluso, para
reencontrarlos luego en comisarías de los Mossos sin que sepa muy bien qué
hacen ahí. Es la Cataluña que quema fotografías del rey mientras los fanáticos
cantan Si el rei vol
corona, corona li darem, que vingui a Barcelona i el coll li tallarem, la
que presenta a los CDR como angelitos víctimas de las cloacas del Estado, la
que tiene una televisión que todavía nos debe un documental serio acerca de los
Pujol y el tres por ciento, la que hace arder en Olván, municipio del Berguedá,
la escultura de Don Felipe que se expuso el año pasado en ARCO y que nadie
quiso comprar porque, aparte de que valía doscientos mil euros, se exigía al
comprador que la quemase antes de un año. Sus creadores, Santiago Serra y Eugenio Merino,
han optado por hacerlo ellos mismos. Ahora venden el vídeo de la ignominia, las
cenizas, las fotografías y la calavera que ha quedado. “Hemos completado el
proyecto artístico”, dicen.
Un lugar donde quemar la efigie de un ser humano se considera
arte está irremediablemente perdido. La primera libertad que pierden las
sociedades es diferenciar el bien y el mal. La libertad de espíritu que, al
desaparecer, hace que se propague la obligación del odio. Sí, Cataluña está perdida.
Tomado de VOZPÓPULI, España.
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