lunes, 12 de octubre de 2020

CÓMO NACIÓ EL PREMIO NOBEL

 

CÓMO NACIÓ EL PREMIO NOBEL

Madrid, 12 de octubre 2020

                                                                                    

                                                                           Por Miguel Ángel Martín

“Concebidos con la finalidad de lavar la imagen de su creador, los premios Nobel han galardonado a lo largo de sus más de cien años algunos de los avances científicos o alguna de las ideas que han conferido un beneficio a la humanidad, como dejó escrito en su testamento Alfred Nobel.”

Cuando suena el «And the winner is…» en la gala de los Oscar -que este año no tendrá lugar a causa de la pandemia del coronavirus-  toda la industria cinematográfica mundial se agita nerviosa en sus asientos. De una forma más discreta pero con la misma dosis de nerviosismo, la comunidad científica internacional espera el veredicto de los expertos que cada año conceden los premios Nobel.

Los ganadores recibirán las felicitaciones más o menos sinceras de sus colegas, los teléfonos no dejarán de sonar en muchos días y el champán será la bebida obligatoria, en una espiral de celebraciones que termina todos los años el 10 de diciembre en el Concert Hall de Estocolmo, cuando el rey de Suecia hace entrega de la medalla y el diploma acreditativo y el ganador entre a formar parte del Olimpo de las mentes privilegiadas de la humanidad.

Esto ha sido así desde hace más de 100 años, salvo en esta ocasión ya que la gala ha sido cancelada por el coronavirus. Un siglo marcado por un progreso impresionante en todos los campos de la ciencia. Muchos de los aparatos o medicinas que utilizamos hoy y que han hecho nuestra vida más fácil y cómoda, esconden una base, una idea, galardonada con un Nobel en algún momento. Y detrás de cada uno de los avances científicos, de cada idea genial, hay un hombre, un equipo, que ha dedicado muchos años de su vida a la investigación. Más de 900 hombres y mujeres lo han ganado. Hombres y mujeres, genios, pero hombres y mujeres al fin y al cabo, con sus virtudes y defectos, con sus sueños y fracasos. Extravagantes, solitarios, envidiosos, pervertidos, altruistas, avariciosos… humanos.

¿Todo por una esquela?

Alfred Nobel cerró con rabia el periódico aquel día de 1888. Era la gota que colmaba el vaso. Sí, él había inventado la dinamita 20 años atrás y se había hecho de oro gracias a su descubrimiento. A sus 55 años era uno de los hombres más ricos de su Suecia natal, tenía fábricas por todo el mundo y sus 350 patentes le permitían no tener que pensar mucho en el futuro. Pero Alfred lo hacía sin parar.

¿Cómo lo recordarían las generaciones venideras? Y es que su descubrimiento se había vuelto contra él. La dinamita fue concebida para usos pacíficos, para ser una herramienta al servicio del progreso, para facilitar unas obras públicas que beneficiasen a todos. Pero no contó con sus más que posibles aplicaciones bélicas. La dinamita pasó enseguida al terreno militar y se convirtió en un arma de destrucción con un poder antes inimaginable, una segadora de vidas en los campos de batalla. Por eso aquel periódico francés publicó una esquela en 1888 -pensando que el que había muerto era Alfred Nobel y no su hermano- en la que se podía leer: «El mercader de la muerte ha muerto». Eso fue demasiado para él, para un científico pacifista que escribía poesía en los ratos libres que le permitía su otra pasión -el laboratorio- y que había pensado seriamente dejar sus negocios para dedicarse por entero a la literatura. Y es que no podía remediarlo, le gustaba la investigación y, sobre todo, sus efectos prácticos. Todos sus trabajos científicos -y fueron muchos- buscaban una aplicación útil, una mejora para la humanidad. Entre otras cosas, inventó la madera contrachapada, pensando en la forma de construir viviendas rápidamente, como las casas prefabricadas de hoy en día. Y esa es la mentalidad que plasmó en su testamento y en los premios.

Quizá también la idea de lavar de alguna manera su memoria se convirtió en una obsesión a partir de aquel momento. El resultado fue un testamento en el que sentaba las bases de lo que serían los premios que llevan su nombre. Su fortuna serviría para premiar de forma anual los trabajos más destacados en el campo de la ciencia práctica (física, química y medicina), así como para su amada literatura y sus sueños de paz.

Nobel murió de un ataque al corazón el 10 de diciembre de 1896 en San Remo, Italia. La Fundación Nobel para la gestión del patrimonio económico y la elaboración de los estatutos que regularían los premios, nació en junio de 1900. El primer Nobel se entregó un año después, en diciembre de 1901, el día del aniversario del fallecimiento de ese gran hombre que al final consiguió que no se lo recordase sólo por ser «el mercader de la muerte». La crónica científica del siglo XX lleva su nombre.

                                                                          Tomado de XLSemanal, Madrid


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