TOVAR Y TOVAR, LA HISTORIA ES UN RIO
Caracas 19 de julio 2020
Por rafael Arraiz Lucca
(1)
“Para el año de 1827 el jefe superior de Venezuela es un hombre
nacido en el llano y llamado José Antonio Páez. La independencia del país se ha
sellado seis años antes con la Batalla de Carabobo. El Libertador, en sus
afanes colombianos, separa las aguas con Santander, en Bogotá. Ignora que tres
años después va a morir en Santa Marta, muy cerca del mar que tantas veces
surcó movido por sus anhelos. En la misma Caracas de Simón Bolívar, nace el 10
de febrero un varón al que luego bautizan con los nombres de Martín José de
Jesús. Es hijo de un oficial español que llegó a estas costas como uno más de
las tropas del brigadier Canterac. Se llama Antonio de Tovar y juró ante el
altar amor eterno a Damiana Tovar Liendo. Había nacido en Granada y venía
dispuesto a dejar sus huesos muy cerca del Orinoco, sobre la raya del Ecuador.
Su esposa era hija de Martín de Tovar y Baños quien, sin duda, descendía de
José de Oviedo y Baños.
El hijo de los Tovar
Martín Tovar y Tovar fue
bautizado en la catedral de la ciudad donde respiró por primera vez y en la que
dejó de hacerlo 75 años después. Recibe las aguas bautismales el 18 de febrero,
apenas una semana después de haber nacido. Lo espera una zona del mundo
depauperada por los estragos de la guerra y zarandeada por los demonios de la
codicia y la desintegración. Así describe el general Ramón de la Plaza en
sus Ensayos sobre el arte
en Venezuela, el país al que pertenece el recién nacido:
“Emancipada Venezuela de la madre patria, los elementos que dejó en pie el
sistema colonial, en las artes señaladamente, y que no fueron otros que las
obras rudimentarias que de España vinieron a estos dominios, la gente
independiente mal pudo de ellos derivar sino exiguo aprovechamiento.
Establecida la República, labor enojosa hubo de tocar a los libertadores en el
empeño de implantar un Gobierno que, por fuerza, había de luchar necesariamente
con las prácticas arraigadas del hábito colonial.”
Ésta
es la República a la que con su vida de pintor ofrendará, años después, el hijo
de don Antonio y doña Damiana. Conjunción paradójica de un oficial realista que
decide quedarse después de la derrota, y una mantuana caraqueña con algunos
años más de residencia y pertenencia. De hecho había nacido en Caracas y la
República, recientemente creada, le atañía completamente.
La formación caraqueña
Para
un joven que quisiera ser pintor las opciones educativas en Venezuela eran muy
escasas. Sin embargo, al niño Martín, de 12 años, lo encontramos el año de 1839
inscrito en los cursos de dibujo que impartía el maestro Antonio José Carranza.
Años antes funcionaba la llamada “Sociedad
de amigos del país”. A ella pertenecían unos parientes
cercanos de Martín José; Manuel Felipe y Domingo de Tovar. Este último se había
formado en Europa en las artes del dibujo y la pintura y puso empeño en que
esta institución divulgara estos quehaceres. Así fue como escogió al joven
Carranza, el más aprovechado, para recibir la formación necesaria que luego le
permitiera enseñar el oficio. Creció tanto Carranza que llegó a ser director de
la Academia que auspiciaba la “Sociedad de amigos del país”. Allí recibió sus
primeras clases aquel primo de los Tovar.
Para
el año siguiente (1840) el adolescente hijo de don Antonio y doña Damiana
ingresa en el Colegio La Paz. Allí recibirá la instrucción necesaria para
obtener el título de bachiller. Pero, además, la destreza que había demostrado
para el dibujo, certificada por Carranza, le hizo propicio el camino en el
colegio. Allí el profesor de dibujo era Carmelo Fernández, sobrino del general
Páez y a quien, junto a Carranza, se le tiene como uno de los iniciadores de la
enseñanza artística. La obra que logra hacer Fernández es de gran importancia
para el país, pero no es objeto de estas líneas. No hay duda de que fue
fundamental para la formación de Martín José en el colegio que regentaba don
José Ignacio Paz del Castillo. Años después el profesor Fernández, estimula a
Tovar y Tovar en el sueño de irse a Europa a completar su formación.
Influye
también en la formación de aquellos años iniciales el profesor Celestino
Martínez. Éste daba sus clases en el colegio Roscio, institución a la que
asistió Martín José a recibir enseñanza. Allí trabó amistad con Arístides Rojas, Antonio Guzmán Blanco y
el padre del pintor Cristóbal Rojas, mientras seguía las prescripciones del
maestro Martínez. Años después, su compañero Arístides Rojas deja sentado en un
escrito que Tovar y Tovar frecuenta la casa del médico francés Lebeau, quien,
según Rojas: «ejerció grande influencia en sus estudios». No hay motivos para
dudar de la palabra de don Arístides y, aunque no consta en ninguna parte, debe
suponerse que conoció y recibió el influjo de Lewis Brian Adams y del francés
Armand Paillet, ambos residentes en la Caracas de entonces y ambos aficionados
a la pintura.
Quizás
apremiado por su situación económica, a la edad de 17 años, el bachiller Tovar
y Tovar establece una empresa de servicios litográficos. Meneses y Tovar se
llama la firma que adquiere las máquinas a Stapler y Müller y comienza a
funcionar en casa de Antonio Damirón. Este último, conocedor del negocio y del
oficio. Martín Tovar y Tovar cuenta 23 años y el horizonte de su país se le
hace estrecho. Sus primeros años de formación han concluido. El destino es
Europa.
Tomado
de diario EFECTO COCUYO, Venezuela.
(Continuará)
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