miércoles, 3 de agosto de 2016

SIN LUZ

La ilustración es un periodo fascinante de estudio. Un movimiento de resentidos intelectuales que quisieron marcar un hito en su soberbia y calificar todo lo que vino antes de ellos como “oscuro”. El medioevo –denominado así por los “ilustrados”- no quiere decir más que lo que se encuentra situado justamente entre dos periodos grandes para la humanidad. Dejando en ese interludio un receso al pensamiento y un reposo a la razón.

Immanuel Kant, quien fuera perteneciente y padre de este movimiento, lo define de forma magistral en su pequeño ensayo ¿Qué es la ilustración?: “es la liberación del hombre de su minoría de edad”. Y con “minoría de edad” se refería, evidentemente a su ignorancia.

Los ilustrados creían –poderosamente- que el hombre debía hacerse de su razón para poder tumbar las creencias, la ignorancia, las supersticiones y, sobre todo, la incapacidad. La razón era la solución de todas las cosas. ¡Se abría una invitación a pensar! El individuo debía de iluminarse no por la providencia, sino por su propio intelecto, el hombre volvía a ser la medida de todas las cosas.

No se puede negar que el marketing de los ilustrados fue exitoso. Lograron periodizar con valoraciones personales la historia de la humanidad bajo conceptos que hoy en día compartimos; pese a que es mentira que la edad media fuera periodo de total oscurantismo.

Hoy en día las humanidades han muerto. El auge de la ciencia ha cubierto todos los campos de interés. Es más importante saberse la resolvente que saber hablar. El alfabetismo se mide con la tabla de multiplicar. Las letras pasan a ser los jeroglíficos extraños y los numéricos –y demás abstracciones- las nuevas vocales. Las humanidades mueren dándole paso a algo nuevo. Las carreras humanísticas son mal vistas. La gente nos ve como delirantes de episteme innecesario. Nos condenan al atraso mental y nos catalogan junto a los obituarios.

No existe un equilibrio entre ambas. Las ciencias y las humanidades fueron brutalmente particionadas. Ya nadie lee y ya nadie escribe. Las discusiones se han vuelto banales y, aunque no parezca un tema digno de advertir, nos sumimos en una plena ignorancia que parecemos no alertar. El humanista no quiere sumar y el científico no quiere leer. Se ha consagrado una guerra cierta y, en vez de fortalecer nuestras debilidades, las justificamos como si fueran una condición genética in-modificable.

A esto, solo hay que agregar, que si los ilustrados estuvieran entre nosotros, verían con desaliento como la sociedad ha fracturado la amalgama que existía entre las artes y la ciencia. Sin luz vamos a quedar si no acudimos al conocimiento. ¡Salgamos de nuestra minoría de edad! Y consolidemos el triunfo de la razón. Volvamos al siglo de las luces y abandonemos este oscurantismo. Oscurantismo que parece estar cesando, no sé ustedes pero no me he vuelto a quedar sin luz.

Nelson Totesaut Rangel

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