miércoles, 3 de agosto de 2016

LA INCONFORMIDAD Y LA HUMILDAD

La inconformidad es un sentimiento de insatisfacción que arruina la vida y altera la paz. Hay personas intrínsecamente inconformes, aunque Dios, la vida y las oportunidades hayan puesto grandes cosas al alcance de su mano. Pues aunque se logre algo de lo que se ha soñado, nunca será el fin de la meta buscada. La meta va siempre más allá de lo que la realidad permite llegar.

Pero todo, lo poco o lo mucho, debe pasar por el medidor de la humildad. Todo por la dirección de la fe; todo regalado por la mano de Dios, generalmente sin merecerlo.

La humildad está en el corazón, siempre detrás de los demás… tan recubierta que apenas reparamos en ella.

El humilde no es un inservible, ni un opacado, ni una sombra: es un botón de rosa que cabe en el hueco de la mano, pero que todo lo perfuma. El humilde, por más pequeño que parezca, lleva un potencial espiritual enorme que lo hace fuerte. Es la fuerza que el orgulloso no perdona. El humilde solo necesita un alero para proyectarse y una ramita para empezar a florecer. El orgulloso, en cambio, abriga sueños enormes, concebidos sin alas de Dios; quiere puestos importantes, reñidos muchas veces con su capacidad y sus merecimientos.

Mientras la vanidad se tambalea, la humildad deja sensación de equilibrio. La humildad habla como queriendo ocultar el talento, pero se le sale la luz. La vanidad, por el contrario, habla para deslumbrar a todo el mundo y en el fondo se refleja la sombra.

La humildad es invisible y pura; el hombre a penas la capta y Dios a penas le quita los ojos de encima.
Nos quejamos de todo.

Somos realmente infantiles queriéndonos hacer gigantes con cualquier chispita sabiduría que la mano de Dios deja caer sobre nosotros; nos sentimos importantes con cualquier poquito de vanidad. Perdemos la dimensión de las cosas, medimos mal nuestros talentos, estamos inconformes pensando que no tenemos todo lo que merecemos o creyendo que merecemos más que nadie.
Abre tus ojos a tiempo, sitúate donde debes estar y cuando mires al cielo, piensa cuanto te falta por subir.

Recuerda que en estas cosas de Dios, los pequeños serán los grandes y los últimos serán los primeros.

Zenaida Bacardí de Argamasilla

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