miércoles, 24 de agosto de 2016

DERECHO TORCIDO

Nelson Socorro es, en puridad, un jurista, un pensador del Derecho, un administrativista y constitucionalista formado en el estudio y el trabajo. La forma como durante 17 años se ha maltratado el estado de derecho en Venezuela le ha resultado doblemente amarga: por el tenebroso drama que con infracciones casi diarias a la Constitución ha recaído sobre Venezuela y los venezolanos; y por el desprecio que el poder evidencia contra una ciencia a la que ha dedicado su vida.

En un ensayo que le solicitara el Club de Roma, capitulo venezolano, Nelson proporciona datos impresionantes y llega a una ácida conclusión que puedo comprender pero no compartir.

En los últimos años se aprobaron –dice Socorro- una Constitución, una enmienda, 270 instrumentos legales y cientos de instrumentos sublegales, además de sentencias de rango constitucional que en su conjunto cambiaron la base misma de la constitucionalidad, dando lugar a un “nuevo Derecho” cuyos fundamentos niegan los que han cimentado los ordenamientos legales del mundo civilizado.

Pudiera pensarse que una élite de excelsos juristas ha tomado por asalto a Venezuela para enseñar cómo debe ser el Derecho del futuro. El problema es que este asalto no ha hecho avanzar nada, más bien nos ha devuelto a edades oscuras. Algo así como la era absolutista de los reyes que podían proclamar con Luis XIV: “El Estado soy yo”. No se sometían a controles porque el fundamento de su autoridad era divino y por lo tanto no respondían de sus actos ante nadie. Una supuesta nueva ciencia, hostil al hallazgo de la división y equilibrio de los poderes. Al hacer virtuoso el vicio de la concentración de todos ellos en un solo puño –conforme al pensamiento de Montesquieu, altísimo exponente de la ilustración siglo XVII- estaría abriendo el cauce para que fluyeran la arbitrariedad y la tiranía.

Si a la hecatombe legal añadimos el hundimiento de la calidad de vida, la ecuación se completa. La condición del pueblo es humillante: hambreado y bajo una crisis humanitaria que al gobierno no le da la gana de reconocer aunque compatriotas de todas las edades mueran por carencias de medicinas. Por no admitir que sus disparates han causado esta crisis, el presidente Maduro ha vetado la masiva ayuda humanitaria que el mundo quiere proporcionarnos. Vale decir: ni lava ni presta la batea, así desaparezca la especie humana.

A muchos venezolanos sensibles e inteligentes no les pasa por la cabeza que un gobernante pueda alcanzar grados tan absurdos de inconsciencia.

Consideran que el naufragio del Gobierno no obedece a razones de incompetencia. Piensan que se trata de una sibilina estrategia, una cadena de actos minuciosamente calculados para abrumar la vida nacional. Pero las protestas crecen hasta la desesperación, la gente le perdió el miedo al poder y lo que puede esperarse es un negro por venir.

La explicación, me parece, es otra: el modelo oficialista fracasó y contra eso no puede nadie. Queda el dialogo de lo negociable. El revocatorio no lo es porque ya no está en la mano de Capriles y de la MUD, sino de millones de almas que lo hicieron suyo al consignar sus firmas.

Quizá Maduro descubra que hablando se entiende la gente.
Américo Martín

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