“Urge reivindicar el concepto del abogado”. (Ángel Ossorio).
Por décadas se ha engañado a los estudiantes de derecho diciéndoles que
“saber leyes de memoria es saber derecho”. Es por esa razón que existió un
periodo denominado “el de los abogados codigueros”. Dichos “profesionales”
conocían el contenido de la ley, de izquierda a derecha, de arriba para abajo,
incluido los puntos y comas, mas no sabían interpretar tales disposiciones
legales. Lamentablemente las facultades de derecho de ese entonces
contribuyeron con esa deformación del abogado.
En la actualidad saber leyes de memoria ya no es saber derecho. El nivel
de conocimiento del abogado ya no se mide de acuerdo a las leyes y códigos que
sabe de memoria, sino, por su capacidad de interpretación, y por la agilidad
que éste tiene para aterrizar a la realidad el resultado de dicha labor
interpretativa en la solución de cada caso en concreto.
Por ello, las facultades de derecho del país deben dar más énfasis en
desarrollar las capacidades argumentativas (interpretación) del futuro abogado,
a través de cursos de argumentación jurídica, concursos de investigación
científica y litigación, así como, implementar criterios de evaluación en el
cual se dé preponderancia a la capacidad de análisis e interpretación del
estudiante, y no a la memoria.
¿Y cómo desarrollamos nuestra capacidad argumentativa? La respuesta es
simple: leyendo y reflexionando. Es por tal motivo que los abogados estamos
obligados a leer todos los días, pero a leer desde una perspectiva crítica,
diferentes textos constitucionales, tratados con contenido de distinta índole,
leyes, disposiciones de carácter infra-legal, jurisprudencia nacional y
extranjera, y doctrina de los juristas más versados sobre la materia. Solo así
estaremos capacitados para saber interpretar el sistema jurídico-constitucional
peruano, y de esa manera dar alternativas de solución a los casos difíciles que
se suscitan en la realidad.
Antes de concluir el presente artículo, sólo quiero hacer recordar que
los abogados a diferencia de los demás profesionales, tenemos como principal
herramienta de trabajo al cerebro (gracias a éste bendito órgano podemos
argumentar e idear nuestras teorías del caso), no poseemos termómetros,
bisturís, electrocardiogramas, perforadoras, ni mucho menos pinzas, como sí lo
tienen los médicos, ingenieros, arquitectos, entre otros. Por eso debemos de
cuidar la salud de nuestro cerebro y también ejercitarlo, es decir, menos cigarros,
menos alcohol, y más lectura crítica.
David Ortíz Gaspar.
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