lunes, 22 de agosto de 2022

CAPITALISMO Y SOCIALISMO: ENTREVISTA A FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK

 

CAPITALISMO Y SOCIALISMO: ENTREVISTA A FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK

Venezuela, 20 de agosto 2022

Por elcato.org

                                                 Publica Abg. Rafael medina Villalonga

 

“Carlos Rangel entrevistó a Friedrich August von Hayek el 17 de mayo de 1981 acerca del capitalismo y el socialismo en Caracas, Venezuela. Esta entrevista fue publicada originalmente en junio del mismo año en el diario El Universal de Venezuela.”

 

PRIMERA PARTE

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“Carlos Rangel: Gran parte de su labor intelectual ha consistido en una comparación crítica entre el capitalismo y el socialismo, entre el sistema basado en la propiedad privada y la economía de mercado, y el sistema basado en la estatización de los medios de producción y la planificación central. Como es bien sabido, usted ha sostenido que el primero de estos sistemas es abrumadoramente superior al segundo. ¿En qué basa usted esa posición?

 

Friedrich August von Hayek: Yo iría más lejos que la afirmación de una superioridad del capitalismo sobre el socialismo. Si el sistema socialista llegare a generalizarse, se descubriera que ya no sería posible dar ni una mínima subsistencia a la actual población del mundo y mucho menos a una población aun más numerosa. La productividad que distingue al sistema capitalista se debe a su capacidad de adaptación a una infinidad de variables impredecibles, y a su empleo, por vías automáticas, de un enorme volumen de información extremadamente dispersa entre millones y millones de personas (toda la sociedad), información que por lo mismo jamás estará a la disposición de planificadores. En el sistema de economía libre, esa información puede decirse que ingresa de forma continua a una especie de supercomputadora: el mercado, que allí es procesada de una manera no sólo abrumadoramente superior, como usted expresó, sino de una manera realmente incomparable con la torpeza primaria de cualquier sistema de planificación.

 

CR: Últimamente se ha puesto de moda entre los socialistas admitir que la abolición de la propiedad privada y de la economía de mercado en aquellos países que han adoptado el socialismo, no ha producido los resultados esperados por la teoría. Pero persisten en sostener que algún día, en alguna parte, habrá un socialismo exitoso. Exitoso políticamente, puesto que no sólo no totalitario sino generador de mayores libertades que el capitalismo; y exitoso económicamente. ¿Qué dice usted de esa hipótesis?

 

FAvH: Yo no tengo reprobación moral contra el socialismo. Me he limitado a señalar que los socialistas están equivocados en su manejo de la realidad. Si se tratara de contrastar juicios de valor, un punto de vista divergente al de uno sería por principio respetable. Pero no se puede ser igualmente indulgente con una equivocación tan obvia y tan costosa. Esa masa de información a la que me referí antes, y de la cual el sistema de economía de mercado y de democracia política hace uso en forma automática, ni siquiera existe toda en un momento determinado, sino que está constantemente siendo enriquecida por la diligencia de millones de seres humanos motivados por el estímulo de un premio a su inteligencia y a su esfuerzo. Hace sesenta años Mises demostró definitivamente que en ausencia de una economía de mercado funcional, no puede haber cálculo económico. Por allí se dice a su vez que Oskar Lange refutó a Mises, pero mal puede haberlo hecho ya que nunca ni siquiera lo comprendió. Mises demostró que el cálculo económico es imposible sin la economía de mercado. ¡Lange sustituye “contabilidad” por “cálculo”, y enseguida derriba una puerta abierta demostrando a su vez que la contabilidad, el llevar cuentas, es posible en el socialismo!

 

CR: Un punto de vista muy extendido consiste en creer que es posible mantener las ventajas de la economía de mercado y a la vez efectuar un grado considerable de planificación que corrija los defectos del capitalismo.

 

FAvH: Esa es una ilusión sin base ni sentido. El mercado emite señales muy sutiles que los seres humanos detectan bien o mal, según el caso, en un proceso que nadie podrá jamás comprender enteramente. La idea de que un gobierno pueda “corregir” el funcionamiento de un mecanismo que nadie domina, es disparatada. Por otra parte, cuando se admite una vez la bondad del intervencionismo gubernamental en la economía, se crea una situación inestable, donde la tendencia a una intervención cada vez mayor y más destructiva será finalmente incontenible. Claro que no se debe interpretar esto en el sentido que no se deba reglamentar el uso de la propiedad. Por ejemplo, es deseable y necesario legislar para que las industrias no impongan a la sociedad el costo que significa la contaminación ambiental.

 

CR: En su juventud usted creyó en el socialismo. ¿Cuándo y por qué cambió usted tan radicalmente?

 

FAvH: La idea de que si usamos nuestra inteligencia nosotros podremos organizar la sociedad mucho mejor, y hasta perfectamente, es muy atractiva para los jóvenes. Pero tan pronto como inicié mis estudios de economía, comencé a dudar de semejante utopía. Justamente entonces, hace exactamente casi sesenta años, Ludwig von Mises publicó en Viena el artículo donde hizo su famosa demostración de que el cálculo económico es imposible en ausencia del complejísimo sistema de guías y señales que sólo puede funcionar en una economía de mercado. Ese artículo me convenció completamente de la insensatez implícita en la ilusión de que una planificación central pueda mejorar en lo más mínimo la sociedad humana. Debo decir que a pesar del poder de convicción de ese artículo de Mises, luego me di cuenta de que sus argumentos eran ellos mismos demasiado racionalistas. Desde entonces he dedicado mucho esfuerzo a plantear la misma tesis de una manera un tanto diferente. Mises nos dice: Los hombres deben tener la inteligencia para racionalmente escoger la economía de mercado y rechazar el socialismo. Pero desde luego no fue ningún raciocinio humano lo que creó la economía de mercado, sino un proceso evolutivo. Y puesto que el hombre no hizo el mercado, no lo puede desentrañar jamás completamente o ni siquiera aproximadamente. Reitero que es un mecanismo al cual todos contribuimos, pero que nadie domina. Mises combinó su creencia en la libertad con el utilitarismo, y sostuvo que se puede y se debe, mediante la inteligencia, demostrar que el sistema de mercado es preferible al socialismo, tanto política como económicamente. Por mi parte creo que lo que está a nuestro alcance es reconocer empíricamente cuál sistema ha sido en la práctica beneficioso para la sociedad humana, y cuál ha sido en la práctica perverso y destructivo.

 

CR: ¿Por qué usted, un economista, escribió un libro político como El camino hacia la servidumbre (The Road to Serfdom, 1943) una de cuyas consecuencias no podía dejar de ser una controversia perjudicial a sus trabajos sobre economía?

 

FAvH: Yo había emigrado a Inglaterra varios años antes; y aún antes de que sobreviniera la segunda guerra, me consternaba que mis amigos ingleses “progresistas” estuvieran todos convencidos de que el nazismo era una reacción antisocialista. Yo sabía, por mi experiencia directa del desarrollo del nazismo, que Hitler era él mismo socialista. El asunto me angustió tanto que comencé a dirigir memoranda internos a mis colegas en la London School of Economics para tratar de convencerlos de su equivocación. Esto produjo entre nosotros conversaciones y discusiones de las cuales finalmente surgió el libro. Fue un esfuerzo por persuadir a mis amigos ingleses de que estaban interpretando la política europea en una forma trágicamente desorientada. El libro cumplió su cometido. Suscitó una gran controversia y hasta los socialistas ingleses llegaron a admitir que había riesgos de autoritarismo y de totalitarismo en un sistema de planificación central. Paradójicamente donde el libro fue recibido con mayor hostilidad fue en el supuesto bastión del capitalismo: los Estados Unidos. Allí había en ese entonces una especie de inocencia en relación a las consecuencias del socialismo, y una gran influencia socialista en las políticas del “Nuevo Trato” roosveltiano. A todos los intelectuales estadounidenses, casi sin excepción, el libro apareció como una agresión a sus ideales y a su entusiasmo.

 

CR: En Los fundamentos de la libertad, que es de 1959, usted afirma lo siguiente de manera terminante: “En Occidente, el socialismo está muerto”. ¿No incurrió usted en un evidente exceso de optimismo?

 

FAvH: Yo quise decir que está muerto en tanto que poder intelectual; vale decir, el socialismo según su formulación clásica: la nacionalización de los medios de producción, distribución e intercambio. El ánimo socialista, ya mucho antes de 1959 había, en Occidente, buscado otras vías de acción a través del llamado “Estado Bienestar” (Welfare State) cuya esencia es lograr las metas del socialismo, no mediante nacionalizaciones, sino por impuestos a la renta y al capital que transfieran al Estado una porción cada vez mayor del PTB (Producto Total Bruto), con todas las consecuencias que eso acarrea.

 

CR: Sin embargo, François Miterrand acaba de ser electo presidente de Francia habiendo ofrecido un programa socialista bastante clásico, en cuanto que basado en extensas nacionalizaciones…

 

FAvH: Pues va a meterse en líos terribles.

 

CR: Pero eso no refuta el hecho de que su oferta electoral fue socialista, y fue aceptada por un país tan centralmente occidental como Francia, bastante después de que usted extendiera la partida de defunción del socialismo en Occidente.

 

FAvH: Usted tiene toda la razón. Me arrincona usted y me obliga a responderle que nunca he podido comprender el comportamiento político de los franceses…

 

CR: Permítame ser abogado del diablo. Se puede argumentar con mucha fuerza que no sólo no está muerto el socialismo en Occidente, sino que tal como lo sostuvo Marx, es el capitalismo el sistema que se ha estado muriendo y que se va a morir sin remedio. Es un hecho que muy poca gente, aún en los países de economía de mercado admirable y floreciente, parecen darse cuenta de que el bienestar y la libertad que disfrutan tiene algo que ver con el sistema capitalista, y a la vez tienden a atribuir todo cuanto identifican como reprobable en sus sociedades, precisamente al capitalismo.

 

FAvH: Eso es cierto, y es una situación peligrosa. Pero no es tan cierto hoy como lo fue ayer. Hace cuarenta años la situación era infinitamente peor. Todos aquellos a quienes he llamado “diseminadores de ideas de segunda mano”: maestros, periodistas, etc., habían sido desde mucho antes conquistados por el socialismo y estaban todos dedicados a inculcar la ideología socialista a los jóvenes y en general a toda la sociedad, como un catecismo. Parecía ineluctable que en otros veinte años el socialismo abrumaría sin remedio al liberalismo. Pero vea usted que eso no sucedió. Al contrario, quienes por haber vivido largo tiempo podemos comparar, constatamos que mientras los dirigentes políticos siguen empeñados por inercia en proponer alguna forma de socialismo, de asfixia o de abolición de la economía de mercado, los intelectuales de las nuevas generaciones están cuestionando cada vez más vigorosamente el proyecto socialista en todas sus formas. Si esta evolución persiste, como es dable esperar, llegaremos al punto en que los diseminadores de ideas de segunda mano a su vez se conviertan en vehículos del cuestionamiento del socialismo. Es un hecho recurrente en la historia que se produzca un descalco entre la práctica política y la tendencia próxima futura de la opinión pública, en la medida en que ésta está destinada a seguir por el camino que están desbrozando los intelectuales, que será enseguida tomado por los subintelectuales (los diseminadores de ideas de segunda mano) y finalmente por la mayoría de la sociedad. Es así como puede ocurrir lo que hemos visto en Francia: que haya todavía una mayoría electoral para una ideología —el socialismo— que lleva la muerte histórica inscrita en la frente.”

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