CAPITALISMO Y SOCIALISMO:
ENTREVISTA A FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK
Venezuela, 20 de agosto
2022
Por elcato.org
Publica Abg. Rafael medina
Villalonga
“Carlos Rangel entrevistó
a Friedrich August von
Hayek el 17 de mayo de 1981 acerca
del capitalismo y el socialismo en Caracas, Venezuela. Esta entrevista fue
publicada originalmente en junio del mismo año en el diario El Universal de
Venezuela.”
PRIMERA PARTE
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“Carlos Rangel: Gran parte
de su labor intelectual ha consistido en una comparación crítica entre el capitalismo y el socialismo, entre el sistema basado
en la propiedad privada y la economía de mercado, y el sistema basado en
la estatización de los medios de producción y la planificación central. Como es bien sabido,
usted ha sostenido que el primero de estos sistemas es abrumadoramente superior
al segundo. ¿En qué basa usted esa posición?
Friedrich August von
Hayek: Yo
iría más lejos que la afirmación de una superioridad del capitalismo sobre el
socialismo. Si el sistema socialista llegare a generalizarse, se descubriera
que ya no sería posible dar ni una mínima subsistencia a la actual población
del mundo y mucho menos a una población aun más numerosa. La productividad que
distingue al sistema capitalista se debe a su capacidad de adaptación a una
infinidad de variables impredecibles, y a su empleo, por vías automáticas, de
un enorme volumen de información extremadamente dispersa entre millones y
millones de personas (toda la sociedad), información que por lo mismo jamás
estará a la disposición de planificadores. En el sistema de economía libre, esa
información puede decirse que ingresa de forma continua a una especie de
supercomputadora: el mercado, que allí es procesada de una manera no sólo
abrumadoramente superior, como usted expresó, sino de una manera realmente
incomparable con la torpeza primaria de cualquier sistema de planificación.
CR: Últimamente se ha
puesto de moda entre los socialistas admitir que la abolición de la propiedad
privada y de la economía de mercado en aquellos países que han adoptado el
socialismo, no ha producido los resultados esperados por la teoría. Pero
persisten en sostener que algún día, en alguna parte, habrá un socialismo exitoso.
Exitoso políticamente, puesto que no sólo no totalitario sino generador de
mayores libertades que el capitalismo; y exitoso económicamente. ¿Qué dice
usted de esa hipótesis?
FAvH: Yo no tengo
reprobación moral contra el socialismo. Me he limitado a señalar que los
socialistas están equivocados en su manejo de la realidad. Si se tratara de
contrastar juicios de valor, un punto de vista divergente al de uno sería por
principio respetable. Pero no se puede ser igualmente indulgente con una
equivocación tan obvia y tan costosa. Esa masa de información a la que me
referí antes, y de la cual el sistema de economía de mercado y de democracia
política hace uso en forma automática, ni siquiera existe toda en un momento
determinado, sino que está constantemente siendo enriquecida por la diligencia
de millones de seres humanos motivados por el estímulo de un premio a su
inteligencia y a su esfuerzo. Hace sesenta años Mises demostró definitivamente
que en ausencia de una economía de mercado funcional, no puede haber cálculo
económico. Por allí se dice a su vez que Oskar Lange refutó a Mises, pero mal
puede haberlo hecho ya que nunca ni siquiera lo comprendió. Mises demostró que
el cálculo económico es imposible sin la economía de mercado. ¡Lange sustituye
“contabilidad” por “cálculo”, y enseguida derriba una puerta abierta
demostrando a su vez que la contabilidad, el llevar cuentas, es posible en el
socialismo!
CR: Un punto de vista muy
extendido consiste en creer que es posible mantener las ventajas de la economía
de mercado y a la vez efectuar un grado considerable de planificación que
corrija los defectos del capitalismo.
FAvH: Esa es una ilusión
sin base ni sentido. El mercado emite señales muy sutiles que los seres humanos
detectan bien o mal, según el caso, en un proceso que nadie podrá jamás
comprender enteramente. La idea de que un gobierno pueda “corregir” el
funcionamiento de un mecanismo que nadie domina, es disparatada. Por otra
parte, cuando se admite una vez la bondad del intervencionismo gubernamental en
la economía, se crea una situación inestable, donde la tendencia a una
intervención cada vez mayor y más destructiva será finalmente incontenible.
Claro que no se debe interpretar esto en el sentido que no se deba reglamentar
el uso de la propiedad. Por ejemplo, es deseable y necesario legislar para que
las industrias no impongan a la sociedad el costo que significa la
contaminación ambiental.
CR: En su juventud usted creyó en el
socialismo. ¿Cuándo y por qué cambió usted tan radicalmente?
FAvH: La idea de que si
usamos nuestra inteligencia nosotros podremos organizar la sociedad mucho
mejor, y hasta perfectamente, es muy atractiva para los jóvenes. Pero tan
pronto como inicié mis estudios de economía, comencé a dudar de semejante
utopía. Justamente entonces, hace exactamente casi sesenta años, Ludwig von Mises publicó
en Viena el artículo donde hizo su famosa demostración de que el cálculo
económico es imposible en ausencia del complejísimo sistema de guías y señales
que sólo puede funcionar en una economía de mercado. Ese artículo me convenció
completamente de la insensatez implícita en la ilusión de que una planificación
central pueda mejorar en lo más mínimo la sociedad humana. Debo decir que a
pesar del poder de convicción de ese artículo de Mises, luego me di cuenta de
que sus argumentos eran ellos mismos demasiado racionalistas. Desde entonces he
dedicado mucho esfuerzo a plantear la misma tesis de una manera un tanto
diferente. Mises nos dice: Los hombres deben tener la inteligencia para
racionalmente escoger la economía de mercado y rechazar el socialismo. Pero
desde luego no fue ningún raciocinio humano lo que creó la economía de mercado,
sino un proceso evolutivo. Y puesto que el hombre no hizo el mercado, no lo
puede desentrañar jamás completamente o ni siquiera aproximadamente. Reitero
que es un mecanismo al cual todos contribuimos, pero que nadie domina. Mises
combinó su creencia en la libertad con el utilitarismo, y sostuvo que se puede
y se debe, mediante la inteligencia, demostrar que el sistema de mercado es
preferible al socialismo, tanto política como económicamente. Por mi parte creo
que lo que está a nuestro alcance es reconocer empíricamente cuál sistema ha
sido en la práctica beneficioso para la sociedad humana, y cuál ha sido en la práctica
perverso y destructivo.
CR: ¿Por qué usted, un
economista, escribió un libro político como El camino hacia la
servidumbre (The Road to Serfdom,
1943) una de cuyas consecuencias no podía dejar de ser una controversia
perjudicial a sus trabajos sobre economía?
FAvH: Yo había emigrado a
Inglaterra varios años antes; y aún antes de que sobreviniera la segunda
guerra, me consternaba que mis amigos ingleses “progresistas” estuvieran todos
convencidos de que el nazismo era una reacción antisocialista. Yo sabía, por mi
experiencia directa del desarrollo del nazismo, que Hitler era él mismo
socialista. El asunto me angustió tanto que comencé a dirigir memoranda
internos a mis colegas en la London School of Economics para tratar de
convencerlos de su equivocación. Esto produjo entre nosotros conversaciones y
discusiones de las cuales finalmente surgió el libro. Fue un esfuerzo por
persuadir a mis amigos ingleses de que estaban interpretando la política
europea en una forma trágicamente desorientada. El libro cumplió su cometido.
Suscitó una gran controversia y hasta los socialistas ingleses llegaron a
admitir que había riesgos de autoritarismo y de totalitarismo en un sistema de
planificación central. Paradójicamente donde el libro fue recibido con mayor
hostilidad fue en el supuesto bastión del capitalismo: los Estados Unidos. Allí
había en ese entonces una especie de inocencia en relación a las consecuencias
del socialismo, y una gran influencia socialista en las políticas del “Nuevo
Trato” roosveltiano. A todos los intelectuales estadounidenses, casi sin
excepción, el libro apareció como una agresión a sus ideales y a su entusiasmo.
CR: En Los fundamentos de la
libertad, que es de 1959, usted afirma lo siguiente de manera
terminante: “En Occidente, el socialismo está muerto”. ¿No incurrió usted en un
evidente exceso de optimismo?
FAvH: Yo quise decir que está
muerto en tanto que poder intelectual; vale decir, el socialismo según su
formulación clásica: la nacionalización de los medios de producción,
distribución e intercambio. El ánimo socialista, ya mucho antes de 1959 había,
en Occidente, buscado otras vías de acción a través del llamado “Estado Bienestar” (Welfare State) cuya esencia
es lograr las metas del socialismo, no mediante nacionalizaciones, sino por
impuestos a la renta y al capital que transfieran al Estado una porción cada
vez mayor del PTB (Producto Total Bruto), con todas las consecuencias que eso
acarrea.
CR: Sin embargo, François
Miterrand acaba de ser electo presidente de Francia habiendo ofrecido un
programa socialista bastante clásico, en cuanto que basado en extensas
nacionalizaciones…
FAvH: Pues va a meterse en
líos terribles.
CR: Pero eso no refuta el
hecho de que su oferta electoral fue socialista, y fue aceptada por un país tan
centralmente occidental como Francia, bastante después de que usted extendiera
la partida de defunción del socialismo en Occidente.
FAvH: Usted tiene toda la razón.
Me arrincona usted y me obliga a responderle que nunca he podido comprender el
comportamiento político de los franceses…
CR: Permítame ser abogado
del diablo. Se puede argumentar con mucha fuerza que no sólo no está muerto el
socialismo en Occidente, sino que tal como lo sostuvo Marx, es el capitalismo
el sistema que se ha estado muriendo y que se va a morir sin remedio. Es un
hecho que muy poca gente, aún en los países de economía de mercado admirable y
floreciente, parecen darse cuenta de que el bienestar y la libertad que
disfrutan tiene algo que ver con el sistema capitalista, y a la vez tienden a
atribuir todo cuanto identifican como reprobable en sus sociedades,
precisamente al capitalismo.
FAvH: Eso es cierto, y es una
situación peligrosa. Pero no es tan cierto hoy como lo fue ayer. Hace cuarenta
años la situación era infinitamente peor. Todos aquellos a quienes he llamado
“diseminadores de ideas de segunda mano”: maestros, periodistas, etc., habían
sido desde mucho antes conquistados por el socialismo y estaban todos dedicados
a inculcar la ideología socialista a los jóvenes y en general a toda la
sociedad, como un catecismo. Parecía ineluctable que en otros veinte años el
socialismo abrumaría sin remedio al liberalismo. Pero vea usted que eso no
sucedió. Al contrario, quienes por haber vivido largo tiempo podemos comparar,
constatamos que mientras los dirigentes políticos siguen empeñados por inercia
en proponer alguna forma de socialismo, de asfixia o de abolición de la
economía de mercado, los intelectuales de las nuevas generaciones están
cuestionando cada vez más vigorosamente el proyecto socialista en todas sus
formas. Si esta evolución persiste, como es dable esperar, llegaremos al punto
en que los diseminadores de ideas de segunda mano a su vez se conviertan en
vehículos del cuestionamiento del socialismo. Es un hecho recurrente en la
historia que se produzca un descalco entre la práctica política y la tendencia
próxima futura de la opinión pública, en la medida en que ésta está destinada a
seguir por el camino que están desbrozando los intelectuales, que será
enseguida tomado por los subintelectuales (los diseminadores de ideas de
segunda mano) y finalmente por la mayoría de la sociedad. Es así como puede
ocurrir lo que hemos visto en Francia: que haya todavía una mayoría electoral
para una ideología —el socialismo— que lleva la muerte histórica inscrita en la
frente.”
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